Vigilar al que vigila

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Gobernantes ciegos de poder o funcionarios seducidos por la corrupción, se instalan en las instituciones públicas y producen los daños a la sociedad que vivimos hoy.

Apoyo la iniciativa de organizaciones ambientales, para suscribir con los candidatos a la Alcaldía de Medellín que quisieron, 9 de los 15, el compromiso de crear durante el próximo período una mesa ciudadana de seguimiento al tratamiento y la superación de los problemas ambientales que nos aquejan.

Aun si uno de quienes no firmó llega al cargo, creo que la iniciativa debe ser instalada y funcionar como instancia de control y vigilancia ciudadana de la administración municipal; es más, defensores de los bienes públicos, de los Derechos Humanos y de otros asuntos vitales para la vida de la sociedad, deberían hacer lo propio. Lo que está pasando hoy lo impone.

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Por múltiples vías, los ciudadanos perdimos el control sobre quienes nos gobiernan, asunto que es vital en la democracia. La apatía frente al crecimiento de la corrupción, los grupos políticos convertidos en empresas electorales, el facilismo de “cumplir con el voto y ya”, la desviación de los gobernantes que creen que ser elegidos los constituye en poder omnímodo, nos llevó a que los gobiernos no corrijan errores y a que los corruptos se instalen, aun, en los mismos organismos de control.

Me dirán que existen las veedurías ciudadanas, a las obras, al Plan de Desarrollo y así, pero sin desmerecer su labor, las mesas de seguimiento ciudadano serían una forma de reverdecer la tarea de estas veedurías, que, hay que decirlo, poco se ven hoy, cuando gobernantes ciegos de poder, o funcionarios seducidos por la corrupción, llegan a las instituciones públicas, se instalan y producen los daños a la sociedad que vivimos hoy.

El control ciudadano es un derecho que hemos perdido y un deber que no ejercemos. Con ello, perdemos no solo recursos y posibilidades de mejor vivir, sino lo más significativo de la democracia, su posibilidad de construir juntos, de evitar el daño que hace el poder absoluto. Por eso el control hay que promoverlo y ampliarlo a la participación permanente de todos, al escrutinio constante que evite tropelías, que las advierta a tiempo y que logre en lo posible evitarlas o juzgarlas en la perspectiva de resarcir a la sociedad por los daños producidos.

Piense que cuando vote el próximo 27 de octubre adquiere un deber y un derecho de vigilar a quien sea elegido, tanto si fue su opción, como si no lo fue, así como a quienes designen en los cargos, ahora en especial en los “cargos de control”.

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Se trata de vigilar al que vigila, para que no sigamos en este demencial ciclo de gobernantes que no escuchan y de vigilantes que se dedican a enriquecerse, ayudando a los delincuentes que se roban el patrimonio público.

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