Una historia de amor

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Las libélulas esperan, sin embargo, lo que parece una fila no lo es. Es una manifestación crucial.
Fotografía: Juan David Caicedo
Texto: Saúl Álvarez Lara
portadavivir ed662Las libélulas esperan, sin embargo, lo que parece una fila no lo es. Es una manifestación crucial. Llegado el momento, en tiempo seco, una hembra levanta vuelo. Uno de los machos presentes la sigue y en el aire, después de cerciorarse de la ausencia de otros machos, copula con ella. La acrobacia es cuanto más bella y excéntrica, dirán algunos, por la vivacidad estilizada de los cuerpos brillantes, los colores intensos, los ojos negros rebosantes y las alas que ondean con rapidez infinita. En medio de la pasión, en posición vertical sobre ella, el macho acaricia la hembra por el cuello mientras ella deposita los huevos sobre restos vegetales en una humedad cercana. Allí se criarán los retoños. Hembra y macho callan, todo quedó dicho en la gracia del vuelo. Dicen que las libélulas no necesitan de más para expresar la belleza.
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