Sobre Velas para el camino, de Raquel

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Por Esther Fleisacher y Claudia Ivonne Giraldo G.
Velas para el camino se ocupa de un tema tabú y en eso radica su fuerza y su enorme dimensión humana. No es la narración intimista que se espera de las mujeres, se trata de una historia desgarrada y dura que conmueve desde las primeras frases porque no da tregua, porque no quiere esconder sino denunciar. Tras el folletín amoroso se halla oculta una verdad dolorosa cargada de crueldad, que se construyó a la par que ese imaginario idílico de la mujer dominada por el hombre, que recrearon la literatura, el cine y la música popular a partir de la década de los treinta.

En Colombia las diferentes violencias se han convertido en el panorama diario, sorprende que la que se ejerce dentro de la familia sea tal vez la menos esclarecida. Las noticias muestran todos los días a mujeres que mueren a manos de sus parejas, parejas que matan a golpes a sus hijos, mujeres que también pueden ser perpetradoras. Pero pocas veces esos actos terribles pasan de ser meros datos y alarmas. Quizás porque provenimos todos del viejo mandato de que “la ropa sucia se lava en casa”, los espantosos hechos que ocurren en el hogar quedan sin voz. Y si esto ocurre hoy, ¿qué podríamos esperar hace más de 50 años?

La figura legal de la potestad marital, que ponía a la mujer bajo la dependencia del marido, fue abolida en Colombia en 1932, en lo relativo a los bienes; y sólo en 1974, en lo atinente a su persona. Si el hombre de la casa “castigaba” a su prole o “disciplinaba a su mujer” no había mecanismos efectivos para evitar el maltrato. Eran épocas de terror para muchas familias de todos los estratos económicos y socioculturales del país y de toda Latinoamérica. Aunque el maltrato familiar pervive, por lo menos hoy existen procedimientos disponibles para solicitar protección.

Nuestra literatura local y nacional hace eco de ese silencio, escasamente ha abordado este tema; en no pocas novelas y cuentos la vida familiar de hace cincuenta o sesenta años se halla representada de manera idílica y tranquila, y en especial en las novelas que hablan de la clase media o alta de la sociedad. Es consecuente con esta realidad que sea en las obras de algunas de nuestras escritoras, como Rocío Vélez de Piedrahíta, María Helena Uribe de Estrada o Helena Araújo, Alba Lucía Ángel y Laura Restrepo, que se hayan denunciado las diferentes violencias que mujeres y niños vivían y viven en el hogar y fuera de él.

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El gran valor de esta novela es su fuerza narrativa, nacida de la profunda necesidad de contar una historia que arrastra la fuerza de una verdad. Raquel Shwartzer, la autora, con una decisión inquebrantable, sin ser escritora de oficio, va llevando sin artificios una historia desgarradora y develando ante el lector los comportamientos “ingenuos” de las mujeres que tejen esta trama. Los golpes del marido, del amante, a sus dos mujeres fueron también los golpes de toda la sociedad; este es, en último término, el relato de una gesta libertaria contada con fuego en el corazón, una gesta que nos libera y corre el velo sobre los mitos y mentiras que encierra un imaginario amoroso de entrega, que conlleva el sometimiento y la humillación.


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