Sobre las tres formas de amor

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  Por: Juan Sebastián Restrepo Mesa  
 
Philia se refiere al amor admirativo, valorativo y devocional que busca la trascendencia, encontrar principios, se funda en el respeto mira hacia “arriba” y honra la grandeza de lo amado. Este amor se deriva de la función paterna. Es decir, lo aprendemos a experimentar a partir de nuestra relación histórica con el padre o otras figuras de autoridad que hayan hecho sus veces.
Ágape es el amor compasivo. No se basa en el mérito, sino en la necesidad. Es el ejercicio de la ternura, la nutrición, el cuidado y la sensibilidad a las demandas del otro. Es de tinte emocional. Se deriva de la función materna. Es decir, lo aprendemos a experimentar y vivenciar a partir de nuestra relación con nuestra madre o las figuras que hayan hecho sus veces.
Eros es el amor erótico ligado a la búsqueda elemental del placer y una orientación libre hacia la felicidad. Está relacionado con los impulsos, los deseos básicos, la sexualidad y la sensualidad. Es un amor instintivo. Claudio Naranjo lo relaciona con la función inocente del niño que todos debemos desplegar libremente.
Ahora bien, lo importante de este planteamiento es que estos tres amores son igualmente importantes y constitutivos. Deberíamos tener la capacidad de vivirlos de forma integrada.
El problema central de la crítica del Dr. Naranjo es que nuestra sociedad escinde sistemáticamente en estas tres formas de amor. Hay, en todos nosotros una u otra forma de desequilibrio entre el amor admirativo, el compasivo y el erótico. En un mundo de capitalismo salvaje se privilegia el heroísmo solitario y tirano, el enaltecimiento del más fuerte y poderoso, poniendo en primer plano a un amor admirativo pervertido y distorsionado. El amor instintivo y el amor compasivo pasan a un segundo plano.
No es de extrañar entonces que nuestra capacidad de admirar y valorar devenga idolatría y autoexaltación porque le falta compasión y deseo genuino. Nuestra capacidad empática y compasiva se vuelve dependencia, hipocresía y falso altruismo. Y nuestro amor erótico se convierte en necesidad compulsiva ligada no al placer, sino a la carencia y producto de compraventa al servicio de la seducción mendicante.
Para probar lo dicho pregúntese cómo está el equilibrio de estos amores con relación a su pareja si la tiene. Fácilmente se dará cuenta de que falta alguno de los tres amores, y que esta falta le resta plenitud a la relación y genera permanentes cojeras e incesantes búsquedas, mentales o reales, de otros amores “perfectos”. Este “programa civilizatorio” nos hace compulsivamente adaptables en nuestra dependencia del afecto y nuestra vulnerabilidad a los castigos y las recompensas.

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