Ser cuentero no se improvisa

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Gloria Agudelo, cuentera oral
Ser cuentero no se improvisa
“Esta mañana fui al metro y compré dos tiquetes: uno para mí y otro… para mi soledad porque la soledad… también es pasajera…” un cuento de su repertorio

 

Por Saúl Álvarez Lara

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“Soy mamá, ama de casa, profesora, líder comunitaria, cuentera, pero sobre todo soy cuentera”, dice Gloria Agudelo y su voz educada para narrar historias desde un escenario o en un salón con poca acústica o al aire libre, pasa por encima de los ruidos de la calle y de los aparatos que funcionan desde primera hora en todas partes. Ha sido cuentera toda la vida, lo ha llevado siempre en el corazón. Empezó a estudiar en la Universidad de Antioquia en los setenta y de las primeras cosas que hizo fue entrar al grupo de teatro con Mario Yepes. Los paros y las interrupciones en los estudios la obligaron a irse a Venezuela, sabía entonces que el Festival Internacional de Teatro de Caracas era importante. “Cuando uno es teatrero o cuentero, lo es desde siempre y todos los días aunque esté haciendo otra cosa”.

En Venezuela estudió, conoció al papá de su hija y vivió hasta 1983, el año en que regresó a Medellín. Sin embargo, volvió con frecuencia a Caracas. En 1989, en uno de sus viajes, se encontró con algo inesperado: un domingo pasó por el Ateneo de Caracas y encontró cerrado el teatro pero en las gradas de la entrada había dos señoras contando cuentos frente a un público numeroso. Las dos mujeres narraban historias. –Me pareció tan bonito, tan deslumbrante, dice, que esperé que terminaran para hablarles a ellas. Les pregunté cómo hacían eso, si había un movimiento, si había grupos, dónde estaban–. Había sido algo tan deslumbrante que les preguntó todo. Por esas mujeres conoció a Daniel Mato, un antropólogo venezolano que trabajó una teoría sobre la lingüística y el arte de narrar; y a Gastón Céspedes, un dramaturgo cubano que había estado allí dándoles unos cursos.

“Quedé trastornada por el descubrimiento, me entusiasmé y el tema de los cuentos narrados empezó a convertirse en sueño”, dice Gloria. “En Medellín no había nada en ese momento, estamos hablando de finales de los ochenta. Un día me enteré de que una de las hermanas Vélez De La Calle se había graduado con una tesis sobre la tradición oral en la educación infantil y con base en esa investigación había montado un seminario. El seminario fue un éxito, conocí mucha gente interesada por la narración oral y allí, por primera vez, narré un cuento en público. Del seminario resultaron unas tertulias quincenales que yo coordinaba. Empezó a caer gente para las tertulias, entre ellos Jairo Botero, un hombre que había visto cuenteros en otras ciudades y propuso montar aquí una corporación que lanzaríamos en un festival con cuenteros naturales de las distintas regiones de Antioquia. Entusiasmados con la idea, nos fuimos para el Festival de Cuenteros en Barquisimeto para ver cómo se hacía, la logística, la organización, los cuenteros. En Barquisimeto fue la primera vez que me paré en un auditorio a contar un cuento. Narré un cuento de la tradición oral venezolana sobre el origen de las tres estrellas.

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El 26 de septiembre de 1991 se realizó el primer Festival de Cuenteros de Medellín. Vinieron veinticinco cuenteros naturales de los pueblos de Antioquia. De este Festival salieron cuenteros importantes que aun hoy siguen narrando sus historias en los festivales de la ciudad. A partir de allí sembramos la idea; en este momento hay semilleros de cuenteros en varias instituciones. Pero quizá uno de los logros más importantes es que la cuentería es reconocida como una de las artes escénicas: igual que los títeres, la pantomima, el teatro callejero y el teatro de sala”.

Gloria es cuentera de tiempo completo, lo dijimos desde el comienzo de este texto. Con el apoyo de la Alcaldía de Medellín, realizó una investigación que se llamó “Historias de tradición y Nuevas voces urbanas” entre  2004 y 2005, con el fin de averiguar los cuentos que se conservan en la memoria de las personas desde su niñez. Cómo los aprendieron, cuáles eran y qué otras evocaciones los acompañaban.

Entonces le pregunto por ella como cuentera, de dónde vienen sus cuentos: “Un cuentero es un actor que debe manejar tres aspectos: el corporal, el escénico y del público, y la oralidad. Hay que tener en cuenta que en la oralidad las descripciones deben pasar a la acción sin perder la atención del público. El cuentero debe poder mostrar cuando está dialogando y cuando está contando. Mis cuentos vienen de la literatura, de la tradición oral; algunos se los he oído a otros cuenteros y también tengo cuentos escritos por mí”.

¿Y ahora qué sigue?: “Trabajo en un proyecto para montar un repertorio de Fábulas Contemporáneas donde los personajes son animales. Las fábulas desde la antigüedad utilizan los animales para endilgarles las flaquezas y las maldades del ser humano pero los animales son inocentes y puros. Estoy montando este proyecto a partir de fábulas de autores colombianos”.

“Una vez –me dice sonriendo– estaba en un preescolar contando un cuento donde las familias de los búhos y las lechuzas viven en un árbol grande, gigantesco, tan grande que allí caben todas las generaciones, hasta los abuelos y los tatarabuelos, los tíos, las familias enteras… De repente una niña levanta la mano, me interrumpe y dice: ’Yo conozco ese árbol, está en la casa de mi abuelito’”. Esto es lo que hace del arte del cuentero un arte único.

Cuando iba a empezar a llover,
Noé llamó a todos los animales.
Todos entraron menos el unicornio.
Seguro de su fortaleza dijo: “Yo nado”.
Y nadó durante cuarenta días y cuarenta noches.
Cuando escampó, las aves del  aire salieron del arca
y lo único que sobresalía en la superficie
era el cuerno del unicornio. Entonces todos los pájaros
se posaron en él. Y se hundió…
Esa es la razón por la cual …ya no hay unicornios…

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(Cuento tradicional ucraniano)

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