Se había demorado

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Más que de un hecho político, la interiorización de estos principios debe ir de la mano de la educación desde la niñez

Las palabras, el debate y la discusión de ideas son, sin duda, una poderosa arma para transformar nuestro entorno; tienen fuerza, son, en esencia, los bloques de construcción para la acción. Por ello elogiamos el impulso que se le ha dado a la creación de la Mesa de Derechos Humanos de la comuna 14, en la que participarán jóvenes y adultos voluntarios interesados en prevenir, promover y crear una cultura alrededor de estos derechos fundamentales. Su presentación oficial se hará en los próximos días.

La Declaración Universal de los Derechos Humanos, proclamada y aprobada en 1948, podría considerarse relativamente reciente para justificar el desconocimiento de la misma –pocas personas saben cuántos son los Derechos Humanos Universales, muchas menos podrían mencionar más de cinco sin confundirlos con artículos de la Constitución Colombiana o con los derechos del niño–. Pero no sería el tiempo pasado desde su proclamación una excusa válida, pues sabemos que la paz y la justicia, conceptos tan anhelados en esta y todas las sociedades, parten en gran medida del reconocimiento de la dignidad del otro. Y esto no tiene vigencia.

Resulta entonces fundamental su comprensión, invocación y transmisión, incluso en territorios que a simple vista parecieran privilegiados como El Poblado. Suele creerse que comunas como la nuestra, favorecidas por sus ingresos o por su nivel educativo, tienen resueltas estas situaciones. Sin embargo, es una de las últimas en tener una Mesa de Derechos Humanos, pese a que hay realidades que lo ameritan desde tiempo atrás, lo que impide un desarrollo armonioso y una adecuada participación. Por ejemplo, como lo informamos en el artículo “Un impulso por la Mesa de Derechos”, en la página 8 de esta edición, en 2013 desaparecieron cinco hombres y dos mujeres de la comuna 14, y en 2014 doce hombres y una mujer. Basta adentrarse un poco en la cotidianidad de El Poblado para observar la explotación sexual de que son víctimas algunos adolescentes; basta caminar un poco por estas calles para ser testigos de la vulneración de derechos en los grupos de indígenas, de personas desplazadas, en situación de calle, de discapacidad o en menores que trabajan en los semáforos. Hay ausencia parcial de los derechos de libertad e igualdad (No. 1) de un nivel de vida adecuado (No. 25) de educación (No. 26) o de seguridad social (No. 22). Basta escuchar a algunas personas para entender que, quizás por desconocimiento, pretenden privar a otros de derechos como la libre circulación o la elección del lugar de su residencia (No. 13). Posiblemente la integridad de quienes vulneran, también esté afectada por la violación de otros derechos y no lo sepan.

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En 2015, año electoral, se enciende aún más la esperanza de que este acuerdo internacional (Declaración de los Derechos Universales) sea una prioridad para quienes aspiran a gobernarnos. Pero más que de un hecho político, la interiorización de estos principios debe ir de la mano de la educación desde la niñez, para que en las aulas y en los hogares sean asimilados a tiempo, y no esperar hasta la adultez cuando tal vez sea demasiado tarde.

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