Sandra Gómez

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La percusionista
Sandra Gómez
Dedica su vida a los ritmos sinfónicos y populares

En medio de un sorprendente silencio, Sandra Gómez, percusionista de la Filarmed, nos abre las puertas de su casa en el barrio La Aguacatala. Por un corredor nos lleva a ver el cuarto donde guarda sus instrumentos. Regresamos a la sala para hablar de ella. Hablar de cómo sus padres la matricularon, junto con sus dos hermanos, en clases de música (violín y piano) en la Universidad de Antioquia cuando eran muy pequeños, y cómo en el Colegio Palermo se acercó por primera vez a unas baquetas cuando el profesor de música preguntó si alguien sabía tocar batería, para que se uniera al conjunto del colegio.

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Sandra no sabía nada de batería, pero una atracción por ese instrumento hizo que se ofreciera. Lo golpeó como había visto hacerlo a otras personas; se lo inventó. Después de verla tocar, el profesor, algo asombrado, le dijo: “Esa es la peor forma que he visto de coger unas baquetas en la vida”. Sin embargo, le habrá visto talento y muchas ganas porque Sandra siguió haciendo parte del conjunto hasta que se graduó como bachiller. Así fue como aprendió lo mínimo de técnica de percusión y algunas canciones. Pero a pesar de tener un claro interés por la música, ingresó a Ingeniería en la Universidad Nacional. Seis semestres más tarde ya existía el pregrado de música en Eafit y Sandra se había enamorado del pénsum. Sin dudarlo hizo el cambio. “En la música hay que empezar joven”, dice la percusionista, “así que no fue fácil, pero yo sabía que esto era lo que quería”.

En la universidad descubrió poco a poco ese mundo completo que es la percusión. Tambor, tambor de orquesta, timbales, xilófono, marimba, cajas, batería, entre muchos otros. En la Orquesta Filarmónica de Medellín, organización que la invitó a hacer parte de su planta después de tenerla en concierto como solista en 2009, desarrolló el aprendizaje. “La experiencia que te da una orquesta no tiene comparación”, dice con certeza. Allí ha podido tocar junto a grandes músicos que admira, como la percusionista Evelyn Glennie, e interpretar piezas retadoras como Consagración de la primavera, de Stravinski, y hasta descubrir instrumentos de percusión como el que tiene en su casa hecho de cencerros dorados (una petición de Glennie). Su presencia en el escenario es imponente y dicen que se transforma al tocar los timbales.

Cruzamos la sala para que nos lleve a un segundo cuarto donde tiene más instrumentos. Sandra está casada con Alejandro Ruíz, jefe de fila de percusión de la Filarmónica. Por eso tienen dos cuartos para practicar y, por supuesto, ventanas insonorizadas. En el de ella cuelgan afiches de Led Zeppelin. Sandra es hija de los años 80, no soporta el reggaetón, vibra con el rock, ha sido la baterista de grupos locales como Draconian (metal gótico) y Eve The Band (hard rock clásico). También es docente de percusión en Eafit y trabaja con estudiantes del Colegio Palermo y Caballeros de la Virgen en rutinas de banda marcial.

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De ese segundo cuarto que nos muestra también sale a saludar Yoko, un perro alegre, activo y peludo que Sandra recogió en la calle. “Andaba sin dueño y le pedí a los taxistas de un acopio que lo cuidaran mientras yo iba a un concierto. Cuando volví me lo llevé”. Yoko es uno de sus fanáticos. Durante las muchas horas del día en las que ella repasa técnica y obras para conciertos, él se acuesta tranquilo debajo de los instrumentos a oírla tocar.

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