Reclamar: el poder de nuestra voz

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Hay empresas que por impulsar sus productos omiten información o no son claras con el consumidor, el cual cree que está realizando una compra consciente y que le va a generar bienestar.

María Claudia Mejía Gil
Por: María Claudia Mejía Gil / [email protected]

Reclamar y sus beneficios para nosotros mismos y el ambiente, es la quinta entrega sobre las 7Rs del consumidor responsable. Es la capacidad que desarrolla un consumidor de tener una participación activa en las actividades que influyen en su vida cotidiana, como comer, vestirse, usar transporte público o comprar alimentos.

Cuando alcanzamos este nivel de participación, se activa un mayor sentido de pertenencia con nuestras decisiones de compra y somos capaces de elegir productos más amables con nosotros mismos y el ambiente. Este nivel de participación no es sencillo de alcanzar, debido a la alta influencia que tiene el mercado en nuestras vidas y porque muchas veces, la información está oculta o es confusa.

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Varios teóricos que han estudiado las formas de consumir que se han gestado en nuestra era, entre ellos Giddens y Bauman, argumentan que el consumidor tiene muy poca autonomía y capacidad de decisión frente al mercado, aunque presentan algunas diferencias en sus postulados. Bauman introduce el concepto de “modernidad líquida”, lo cual significa que vivimos inmersos en sociedades de consumo, en las cuales esta acción es la principal fuerza de movilización y de relacionamiento y que el individuo construye su identidad a partir de la reproducción de múltiples identidades ofertadas por el capitalismo; por lo tanto, tiene muy poca autonomía en sus decisiones y depende de las reglas del mercado. Para Giddens, en cambio, la identidad de los consumidores tiene cierta autonomía, la cual aumenta en la medida en la que el individuo entrene su capacidad de reflexión y la convierta en hábito, y de esta manera, será capaz de esquivar la influencia del mundo comercial.

Consumos reflexivos

Me gustan más los postulados de Giddens, porque me parecen un poco más esperanzadores: es posible entrenarnos en la capacidad de ser reflexivos frente a nuestras compras y consumos. Ahora, ¿qué es posible reclamar? Podemos reclamar a las empresas y organizaciones más y mejores medidas para cuidar y recuperar el ambiente; incentivos o penalidades para separar en la fuente, como ocurre en otros países; descuentos para la compra de automóviles eléctricos; reclamar mejoras en la infraestructura del transporte público; reclamar el uso de pitillos en restaurantes sin la previa autorización del comprador y el uso de bolsas plásticas en establecimientos comerciales; el uso de empaques biodegradables o por lo menos, reciclables; entre otras opciones.

Con los alimentos es importante que prestemos especial atención a sus componentes: muchas empresas por impulsar sus productos omiten información o no son claras con los mensajes que le brindan al consumidor, el cual cree que está realizando una compra consciente y que le va a generar bienestar, pero en realidad lleva un producto con alto contenido de azúcar, grasas saturadas, sodio, entre otros.

Hay organizaciones como Red PaPaz, que integra madres, padres y cuidadores y busca proteger a niños y adolescentes en Colombia y evitar que consuman alimentos nocivos. Esta red tiene abierta una campaña de recolección de firmas

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TenemosDerechoALaInformación #NoComasMásMentiras para exigir información verídica en las tablas nutricionales.

Debemos hacer un esfuerzo para pasar de la indignación a la acción y buscar los mecanismos para hacer oír nuestra voz, además de elegir muy bien qué queremos comprar y dónde hacerlo. Cada empresa tiene un canal de atención a reclamos. Es posible que sintamos que un solo reclamo no hace diferencia, pero en sumatoria, seguramente generaremos un cambio.

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