Que cada cual genere su propia energía

  Por: Juan Carlos Franco  
 
Los hechos de los últimos dos meses nos han demostrado que los paradigmas cambian: Hasta las empresas más sólidas pueden quebrar; los precios de todos los activos pueden dispararse y luego caer precipitadamente; se puede elegir presidente negro en uno de los países más racistas de la historia, etcétera.
Y a juzgar por estos primeros ocho años, el siglo que comienza nos va a deparar sorpresa tras sorpresa. Queda ya claro que el mundo de nuestros nietos tendrá muchas más diferencias respecto al nuestro, que el nuestro frente al de nuestros abuelos. Por un lado será mucho más congestionado pero por el otro será más eficiente, y si hacemos bien la tarea hasta podría ser más limpio.
Sin duda uno de los cambios fundamentales será el de fuentes de energía. Desde ya estamos viendo los primeros síntomas de que la era del petróleo como componente básico de la economía y el desarrollo en pocas décadas terminará. Como terminó en su momento la era del carbón, que a su vez reemplazó a la madera, en cada cambio dando paso a tecnologías y sociedades totalmente diferentes.
Inevitablemente esta fuente de energía fósil, que como el carbón es no-renovable, será reemplazada por fuentes sí-renovables. Como el calor del sol, el viento, las olas, el calor de la tierra, e incluso la basura y los desechos orgánicos animales. Tecnologías que sí parecen tener futuro, a diferencia de los combustibles vegetales de los que tanto se ha hablado recientemente.
Por supuesto, el tema del ahorro de energía será definitivo: Dentro de 20 años, estaremos padeciendo profundamente las consecuencias del calentamiento global que hemos venido generando. Y la mayoría de cosas que hoy hacemos sin pensar y consideramos naturales serán vistas como un horror de despilfarro e ignorancia. Por citar sólo un ejemplo, nuestra terca dependencia de enormes e ineficientes vehículos particulares para transportarnos de a uno en cortos recorridos por las ciudades.
También será controvertido y modificado el modelo tradicional de producir y distribuir energía: Hoy contamos con gigantescas centrales generadoras, construidas y operadas por enormes compañías públicas o privadas, desde donde se lleva energía a estaciones y subestaciones que hacen la distribución regional hasta llegar a cada población y barrio, y finalmente hasta cada casa, oficina o empresa.
Será al revés: Las construcciones –sean casas, edificios de vivienda o de oficinas, fábricas, etcétera- todas serán construidas para ser productoras de energía. Especialmente en estos países tropicales con muchas más horas de sol por año que los países desarrollados, la mayor parte de la energía que consuman las edificaciones será generada por ellos mismos a través de celdas solares.
Es más, dichos edificios inteligentes de mañana (los que hoy ostentan ese título parecerán retrasados mentales) podrán almacenar la energía generada para su propio consumo posterior, o podrán aportárselo al resto de la ciudad, que por medio de un sistema de optimización, lo llevará a donde sea necesario.
De modo que los papeles se invierten: En lugar de ser receptores netos de energía y grandes derrochadores -además de causantes primordiales del calentamiento global- las construcciones pasarán a ser fuentes de energía barata para beneficiar al resto de la sociedad.
La misma filosofía de Internet: Sistemas abiertos donde todos pueden poner y sacar de acuerdo con sus necesidades específicas, a costos mucho más bajos que hoy y con una mínima generación de CO2 .
De modo señores planificadores y constructores de Medellín: A estudiar y aplicar el conocimiento con urgencia a ver si de pronto no nos coge la noche, como de costumbre.

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