Postre de mariscos al gratín y arepas con denominación de origen certificado DOC

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Postre de mariscos al gratín y arepas con denominación de origen certificado DOC
Viendo los programas de cocina de la televisión regional cada vez me aterrorizo más al comprobar como los estudiantes de las escuelas de gastronomía en Medellín aprenden de una cultura culinaria bastante particular y peculiar, que no me atrevo a cuestionar en público, precisamente por su éxito entre una parte de la sociedad paisa, tan diversa por sus gustos. Qué biodiversidad. Platos absolutamente antioqueños; creaciones inverosímiles en cualquier lugar del mundo; maridajes culinarios tan imprevistos y dolorosos como el gratín, el mar y el azúcar, mientras, en los clubes sociales, esos ricos de Ipod y Terlete se siguen educando con churrasco francés y papitas con tártara y cuando salen del país se la pasan buscando los frisoles de la fonda paisa. Los jovencitos de esta élite se atreven a decir fo o gas cuando les sirven cualquier platico casero, como para tres pelas. Cómo se nota que no tienen que ganarse la papita. El musgo cubre. Ahí está la virgen. Gracias a Dios existe la dignidad y sobrevive una parte importante de gente que respeta y ama el arte de los manteles y sabe disfrutar la vida. Pero esa, la élite de la apariencia, con sus cazuelas de mariscos gratinadas con bechamel, melocotón y salsa rosada, sigue creando una cultura culinaria peligrosa o más bien, vergonzosa. Por eso, jóvenes a emigrar. Necesitamos que salgan y se sacudan.
Tenemos que cambiar aquel canon tan paisa de comer para alimentarse, que logra que mucha gente prefiera ir a la fija y repetir siempre su carne con arroz, papa, frisoles y ensalada, a probar sabores nuevos. Uno de mis amigos del corazón, ama la omelet de sardinas de lata con la que la fiera de su señora lo trata de envenenar cada ciertas noches, se rebusca la fonda antioqueña en París y come morcilla en South Beach. Nadie es perfecto, pero si tan típico, como la arepa.
Para hablar de cocina paisa, debemos hablar de la reina de nuestra cocina: la arepa. Tan arepa que se llama así. Puede que los vecinos bolivarianos la hayan inventado, pero aquí sin ninguna duda la mejoramos. De ahí que estamos pasados de pedirle a la Sociedad de Gastrónomos de Lyon en nuestros sueños, que nos otorgue aquel sello dedicado a los alimentos exquisitos, que dice D.O.C., Denominación de Origen Controlado; esto tan pinchado quiere decir, que una arepa servida en Medellín, tiene un sello internacional de garantía de calidad certificada, otorgado por la sociedad gastronómica más importante del universo cercano. También quiere decir que los turistas que vengan a Medellín, se van a poder comer una arepa buena, muy buena, no como aquellas que hoy por hoy sirven en los hoteles y muchos restaurantes, pálidas, resecas, de fábrica, insípidas, fofas, frías, espantosas, mojadas, horrorosas. En Medellín por ley deberíamos tener las mejores arepas del mundo, artesanales, de molino, carnosas por dentro, tostadas por fuera, crujientes, apetitosas y ricas… sinceramente no entiendo como un jefe de alimentos y bebidas de un hotel tolera que sus cocineros fallen en algo tan elemental como asar una arepa, que además él compra maluca de fábrica. Da ira intensa, sabiendo que en todos los barrios pobres de Medellín hay miles de señoras queridísimas y necesitadas listas para amasar y hacer arepas deliciosas… y las siguen comprando de fábrica, buuuu!!! A exigir. Cuando pague esos bufetes caros de hotel y le sirvan una arepa de esas que parece una babosa enferma: chille, grite, proteste… ha visto como protestan los argentinos o los españoles. A protestar. No más abusos con la arepa. Alcalde saque un decreto que obligue a volver a la arepita del molino.

 

 

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