Por una fiesta se olvidó que cada uno es cada cual

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Otro golazo de Juan Diego Mejía y su equipo de trabajo, con el apoyo de Amalia Londoño Duque, secretaria de Cultura Ciudadana. Al César, lo que es del César
/ Esteban Carlos Mejía

Ya nadie se sorprende. Ni aquí ni allá. La Fiesta del Libro y la Cultura es el mejor evento de Medellín. Sin discusión. ¡Es toda una fiesta! Una fiesta popular, además. Este año, en su décimo cumpleaños, 420.000 personas se la gozaron en paz y alegría.

Sin disgustos. Para mí, el Salón del Libro Infantil y Juvenil fue un taquillazo: desde las obras ya casi clásicas de Roald Dahl hasta los sugestivos formatos de Tragaluz Editores, pasando por una constelación de cuentistas, ilustradores y músicos para un público muy avispado. Destaco dos pabellones: el Salón de Editoriales Independientes y el Salón Iberoamericano del Libro Universitario. La zona de comida, desparramada a las sombras del Jardín Botánico, estuvo de rechupete: decenas de familias (normales y anormales) en plan de picnic, sándwiches y fiambres sobre manteles de colores, camaradería y fraternidad.

Y autores de veinte países. El incisivo Jaime Bayly. Los premios de don Rómulo Gallegos: Mempo Giardinelli, Eduardo Lalo y Pablo Montoya. La calidad de Juan Gabriel Vásquez y Octavio Escobar Giraldo. Los consejos de mi cuate Élmer Mendoza, norteño hasta las botas. Jesús Ruiz Mantilla, Fernando Araújo Vélez, Leila Guerreiro. Hasta el modoso Gustavo Álvarez Gardeazábal. Y muchos más. Un festín para lectores.

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Otro golazo de Juan Diego Mejía y su equipo de trabajo, con el apoyo de Amalia Londoño Duque, secretaria de Cultura Ciudadana. Al César, lo que es del César.

* Body copy. “Tengo orden de la jefa de hacer lo necesario para resguardar tu integridad. Pinche Max, en qué bronca me metiste. Todo tiene remedio, Zurdo Mendieta, en un par de días todo volverá a la normalidad, ten paciencia. Serán magos. Cuando se trata de nuestra gente damos todo, y a ti así se te considera, además necesitamos tu ayuda. Olvídalo, Max, no pienso mover un dedo por ustedes, ve cómo me encuentro, cabrón, huyendo como un puto conejo y, por si fuera poco, acabo de hablar a Los Ángeles, ¿sabes qué ha pasado? Mi hijo está desaparecido, algún hijo de la chingada secuestró a mi muchacho y yo aquí valiendo verga. Respiraba grueso, su cara se convirtió en una máscara de rabia y desesperación. ¿Acaba de pasar? Hace cuatro días, eso me contó la madre hace unos minutos. Pues estamos contigo, Zurdo Mendieta, Samantha Valdés no olvida, su gente tampoco”.
Élmer Mendoza. Besar al detective. Literatura Random House, mayo 2016.

* * Vademécum. ¿Pinche? “Despectivo malsonante en México: ruin (despreciable). ¿Bronca? “Dificultad”. ¿Hijo de la chingada? “Eufemismo en El Salvador y México: hijo de puta”. ¿Y qué es la chingadera? Por favor, lea La muerte de Artemio Cruz, de Carlos Fuentes, 1962. Aquí un aperitivo: “Tú la pronunciarás: es tu palabra: y tu palabra es la mía: palabra de honor: palabra de hombre: palabra de rueda: palabra de molino: imprecación, propósito, saludo, proyecto de vida, filiación, recuerdo, voz de los desesperados, liberación de los pobres, orden de los poderosos, invitación a la riña y al trabajo, epígrafe del amor, signo del nacimiento, amenaza y burla, verbo testigo, compañero de la fiesta y de la borrachera, espada del valor, trono de la fuerza, colmillo de la marrullería, blasón de la raza, salvavidas de los límites, resumen de la historia: santo y seña de México: tu palabra: chingar.” ¿Vale verga? “Paradoja, desprecio, muy malo”.
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