Plástico sin fundamentalismos

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Mete basuras y miedo por todo el planeta, al mismo tiempo nos facilita la vida ¿Cuál es la solución? Existe un punto medio y todos podemos contribuir.

Por: Juan Felipe Quintero / [email protected] 

Plástico y más plástico. Aquí: en la cocina, el baño, la ropa, en medicamentos, en los domicilios… y también por allá: el ingreso anual a los océanos de más de ocho millones de toneladas. “Somos adictos. Hemos creado este desastre de contaminación”, dice la organización A Plastic Planet. Un planeta cuyo 10% de desechos se arma con este material.

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¿Y qué hacer? Diana Frankel es arquitecta y una ciudadana que procura vivir en coherencia ambiental. “Somos depredadores. Sin la Tierra no podríamos vivir”, dice. Entonces le pregunto si es posible llevar una cotidianidad sin plástico y me responde que no. “Es frustrante, a veces no hay alternativas”.

Marcos Vallejo es profesor en Eafit de Diseño para el medio ambiente. También se concentra en que sus decisiones del día a día sean favorables para el planeta. Y, ante la pregunta, tiene la misma respuesta: “está en todas partes, en la ropa que usamos, en la bicicleta, que es transporte sostenible, en los avances médicos”.

Iván López es director técnico del Instituto de Capacitación e Investigación del Plástico y del Caucho. La misma pregunta, ¿vivir sin plástico?, y me responde: “el vidrio como empaque es más pesado, entonces implica en algunos casos más consumo de gasolina; en la aviación es clave, como también en implantes e injertos en medicina; en casa el cepillo de dientes es hecho con plástico. ¿Cómo reemplazamos todo eso?”.

¿Seguimos en las mismas?

A Plastic Planet plantea una mirada sensata: “no es tiempo para señalamientos. Pedimos colaboración entre todos: supermercados, marcas e industria. Trabajemos juntos para acelerar el cambio”.

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Según López, entender el problema en su panorama completo es clave: “En Colombia, por decreto, el productor es responsable por los residuos que genera en sus ventas. En consecuencia hay más materiales biodegradables. Pero si no nos organizamos como sociedad, ocurre que el usuario dispone esos residuos en cualquier parte: eso impide cerrar el ciclo”.

El lío es que cuando las soluciones se plantean en modo “sociedad” se suelen diluir. Por eso Diana y Marcos creen que es valioso comenzar desde el ámbito individual, mientras se desatan las causas comunes. Ella no volvió a usar pitillos ni vasos desechables, lleva su mercado en bolsas de tela y cambió su lugar de compras: “es inaceptable que nos vendan granadillas sin cáscaras y empacadas en plástico. No es fundamentalismo, cuido el planeta a mi manera, sin esclavitud”.

¿Pelear contra el plástico? Vallejo dice que, al contrario, este es bueno si se le da buena disposición: “el enemigo somos nosotros”.
Es extremadamente adaptable, flexible y tiene cientos de diferentes y esenciales aplicaciones. “No lo satanicemos”, propone A Plastic Planet.

“De uno en uno se logran cambios”

Marcos Vallejo recuerda con satisfacción su empresa de almuerzos a domicilio. Su marca cömocömo fue otra manera de entender que se puede aportar desde la innovación y contra las prácticas que afectan el planeta. Enviaba a sus clientes sopa, seco y jugo por separado, en cantinas de vidrio. Sin icopor. La empresa no continuó por razones de sociedad, pero le da pie para su invitación: “podemos hablar y hablar sobre contaminación, o podemos hacer”. ¿Y no le frustra ver las prácticas inadecuadas en medio de su esfuerzo? “No. Uno debe estar tranquilo con las decisiones que toma a favor del planeta”.

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