Paradojas

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En las arenas del alma, la primera condición del cambio es la capacidad de aceptar íntegramente la situación. Y por el contrario la no aceptación y los intentos vehementes de cambio, perpetúan la situación desagradable
/ Juan Sebastián Restrepo
Siempre me fascinaron las paradojas. En cada bella paradoja encuentro un alivio y siento esa realidad compleja, elegante y enigmática, que trasciende la lógica tediosa, lineal y muerta del sentido común; ese rasero de las personas mediocres y cansadas. Recuerdo que la paradoja fue lo que me enamoró de la psicología. Y es que entre muchas clases, estériles y obvias, de vez en cuando algún profesor mostraba ese brillo en los ojos que antecede a la declaración de un misterio. Y ahí estaba, elegante y embrujadora, una hermosa paradoja, que volvía a mostrarme que estamos hechos de complejidad, de misterio, de extraños círculos que vuelven sobre sí mismos.

Y debo empezar por Freud, el rey de la paradoja. De sus muchas paradojas, la que más me fascina es aquella que pudo entrever en el hermoso mito de Edipo. Y es que como muchos de ustedes sabrán, toda la trama edípica se desarrolla a partir de un oráculo sobre el nacimiento de Edipo. El oráculo le dice a Layo, rey de Tebas lo siguiente: “Tu hijo matará a su padre y se acostará con su madre”. El rey, para que no se cumpliera la profecía, abandonó al Edipo recién nacido a su suerte. Pero Edipo, por esas jugarretas del destino, llegó a manos de los reyes de Corinto. Ya grande, escuchó el mismo oráculo, y creyendo que sus padres eran estos últimos, para evitar la tragedia, se fugó hacia otra ciudad: Tebas. En el camino se encuentra a su verdadero padre y lo mata. Y después, consuela a la viuda del rey de Tebas, sin saberlo, su madre. La conclusión es bella: precipitamos lo temido justo a través de lo que hacemos para evitarlo.

Al increíble Milton Erikson le debo la simpleza de esta experiencia que habría de cambiar la psicoterapia para siempre. En una ocasión observó que su padre luchaba con una vaca para meterla en una pesebrera. Pero la vaca se rehusaba y tiraba para afuera. Erikson le dijo a su padre que halara la vaca para afuera. Y la vaca, obediente a su desobediencia, inmediatamente se fue para adentro. Así nació la intención paradójica.

De esta comprensión surgiría la teoría paradójica del cambio, que Arnold Beisser, enunciaría de la siguiente forma: “El cambio se produce cuando la persona se convierte en lo que realmente es, no cuando trata de convertirse en lo que no es”. Dicho de otra manera: en las arenas del alma, la primera condición del cambio es la capacidad de aceptar íntegramente la situación. Y por el contrario la no aceptación y los intentos vehementes de cambio, perpetúan la situación desagradable.

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Creo mucho en expresiones paradójicas de otros contextos, con altísima validez terapéutica y aplicables al arte de vivir. Aquella expresión de “la verdad os hará libres”, me parece infalible. Y es paradójica, porque la mayoría de nosotros creemos fielmente en la capacidad emancipatoria de las mentiras y la hipocresía. Pero los secretos atan, las fachadas encierran y las mentiras cortan el flujo de la vida. Mientras las confesiones sentidas, las salidas del clóset y el coraje de la verdad, nos reconcilian con el amor y la vida.

De Sócrates me parece imprescindible retomar su “solo sé que nada sé”. Y creo que más que una falsa humildad, se trata de un principio metodológico. Y es que todos los sabiondos terminan siendo los grandes ineptos, los grandes castrados frente al conocimiento. Mientras que la mente de principiante, sostenida con rigor y disciplina, es la madre del aprendizaje, que siempre es descubrimiento.

Esta última paradoja me parece la más importante: para encontrar hay que dejar de buscar. Yo creo que hay buscadores y hay “encontradores”. Los que buscan no encuentran porque están distraídos en su búsqueda. Los “encontradores” encuentran porque están dispuestos a encontrar. ¡No se busque, encuéntrese! Por eso la última enseñanza del budismo reza así: la única condición ineludible para encontrar a Buda es dejar de buscarlo. Saquen sus conclusiones.

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