Otra alerta temprana

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Otra alerta temprana
¿Será que ya se les olvidó que no hace ni cuatro años varias casas en la Cola del Zorro se vinieron abajo como castillo de naipes dejando de luto a varias familias?

Hay lugares de la tierra en donde sus gobernantes y habitantes se especializan más en apagar incendios que en evitar su origen, en donde por generaciones se ha extendido más la costumbre de llorar sobre los muertos y las leches derramadas –como si fuera lo normal, lo obvio– que la cultura de prevenir desastres y buscar la raíz de los problemas para que, en la medida de lo posible, no se repitan las condiciones que los ocasionaron.
Medellín y el área metropolitana parecen estar en esta categoría. O al menos eso se deduce de acontecimientos no solo del pasado lejano sino del reciente, cuando la falta de previsión y planeación, el crecimiento desordenado de los núcleos urbanos, la carencia de estudios técnicos adecuados o, peor aún, su desconocimiento olímpico, sumados a las mismas condiciones topográficas y geológicas del territorio y, cómo no, a los comportamientos humanos irresponsables, han cocinado grandes tragedias. Baste recordar los desastres de Media Luna, Villatina, El Socorro, La Gabriela (en Bello) y Alto Verde, en El Poblado, por solo citar algunos ejemplos. La mayoría de ellos, si no todos, pudo haberse evitado si se hubieran atendido alertas tempranas, si no se hubieran pasado por alto señales inequívocas de lo que se estaba fraguando, si no se hubiera retado a la naturaleza y si hubiera habido organismos competentes para los que la prevención de desastres fuera más importante que la atención de emergencias. No por nada recomienda la sabiduría popular: primero lo primero.
No somos ni queremos ser profetas de desgracias, pero tampoco podemos ser indolentes ante preocupaciones de personas de la comunidad que tienen bases para dar voces de alerta, y pasarlas por alto o hacer caso omiso de ellas. Es parte de nuestra función como medio de comunicación. Nos referimos al hecho sobre el que llama la atención en esta edición de Vivir en El Poblado el ingeniero civil José Darío Aristizábal, egresado de la Facultad de Minas, profesor de la Universidad Nacional y quien por 25 años trabajó en la Universidad de California. Con argumentos y ejemplos de acontecimientos ocurridos hace poco (en China, por ejemplo) dice que algunas actividades en la Cola del Zorro podrían estar propiciando una futura emergencia al desestabilizar construcciones vecinas. Por eso desde hace varias semanas solicitó la visita del Simpad, pero al cierre de esta edición aún no había obtenido respuesta. ¿Será que ya se les olvidó que no hace ni cuatro años varias casas en la Cola del Zorro se vinieron abajo como castillo de naipes dejando de luto a varias familias?
No nos corresponde determinar si hay o no motivos para angustiarse. Ojalá no los haya. Para eso están los organismos competentes, para que analicen, investiguen y hagan los correctivos, si se requiere. Para eso está el Simpad. Pero, primero lo primero. Lo primero es prestarle atención a la comunidad e ir al lugar de los hechos antes de que sea tarde.

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