Oda a la alegría

- Publicidad -

Quiero repetirlo siempre, pero añadir que es angustiante.¡Somos tan pequeños y efímeros frente a lo creado! Nuestras reacciones, como los rayos y truenos, nos sorprenden y nos enseñan a pensar en ellos y en nuestro ser. Pero no lo hacemos.
¡Cuánto nos falta pensar en la dicha de estar vivos! Es el principio que nos prepara a sentir cómo vivir plenamente, cómo transformar el entorno y la realidad por medio de las palabras, porque el verbo nos abre a la vida verdadera.
¡Qué falta nos hace Sócrates, sus interrogaciones, su ironía!: ¿“Estás seguro de que avanzas? ¿Entiendes lo que dices? ¿Te das cuenta de lo que estás diciendo?”.
Hay que volver a reír, a sorprendernos o, como diría el maestro sol, ¡a prendernos! Toda la naturaleza habla. Recuperar la vivacidad, la filosofía cotidiana a la cual nos conduce la forma de hablar, restablecer los lazos de amistad con nosotros mismos. El pensamiento sobre la vida no sólo nos permite pensar lo impensable, sino además pensar lo que él piensa: pensar sobre nuestro pensamiento es la conciencia. “El pensamiento tiene la capacidad de abrazar lo real de una manera prodigiosa”, dice Vergely. Y frente a lo infinito de la realidad, uno se hace consciente de no ser consciente y se vuelve mas atento, vive. Porque todo nos enseña y todo está por aprender. “Sólo sé que nada sé”.
La experiencia de Pascal frente al átomo: un átomo no es nada frente al universo, pero el átomo es un universo infinito frente al universo que contiene en sí. Un sabio decía que quien se sorprende de todo, sabe todo.
También afirma Vergely que sorprenderse permite despertarse, que la admiración permite ponerse en marcha y avanzar en la conciencia de la vida. Admirarse es mirar hacia, volver la mirada con el fin de mirar. Si la mirada se pierde, no se toma el tiempo de mirar, de admirar. Admirar es liberador, sana el alma. Admirar es como dejarse cautivar afectivamente. Pero no somos cautivados cuando hay amor porque el amor proviene del pensamiento y no de lo que se mira.
Cuando uno toma el tiempo para mirar, para admirar, se vuelve filósofo. Lo que en realidad quiere decir que los grandes filósofos eran personas que tenían el don de mirar y admirar. Y al hacerlo podremos sorprendernos porque los prejuicios se van diluyendo. Como quien dice, todos los prejuicios proceden de lo que uno no admira, o que uno no tiene el tiempo de mirar. Condenamos seres humanos, el mundo y el misterio de la existencia antes de haberlos visto, examinado, escuchado, considerado.
Y qué falta nos hace la poesía: “Estar enamorado, amigos, es encontrar el nombre justo de la vida. Es dar al fin con la palabra que se precisa para hacer frente a la muerte. Es recobrar la llave oculta que abre la cárcel en que el alma está cautiva. Es levantarse de la tierra con una fuerza que reclama desde arriba”1.
1. Francisco Luis Bernárdez
[email protected]

- Publicidad -

Más notas

- Publicidad -

Más noticias

- Publicidad -