Ocio y negocio

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Ocio y negocio
/ Jorge Vega Bravo

Cuenta la tradición china que el sabio Shennong, en un estado de conciencia amplificado, miró las imágenes en el cielo y en la tierra y tuvo la intuitiva certeza de que todos los fenómenos del universo, de la naturaleza y de la vida se mueven entre dos polaridades: procesos de expansión y crecimiento y procesos de contracción y disolución. En los primeros predominan la luz y la autoconciencia y en los segundos, la oscuridad y el sueño. Shennong utilizó los ideogramas chinos: para el lado soleado de una colina, Yang, y para el lado oscuro de una colina, Inn, y le dio nombre a los procesos de expansión y contracción.

Los procesos de salud y enfermedad y las actividades humanas pueden ser comprendidos desde la ley de polaridad. En los reinos de la naturaleza esta ley se expresa en el aparente caos de los procesos de cristalización del reino mineral, en la organización polar de las plantas y en la simetría bilateral que conquista el reino animal y que alcanza su perfección en el reino humano.

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Ocio y negocio son aspectos de la ley de oposición polar en las actividades humanas. Para los romanos, negotium significaba ‘ocupación, quehacer, trabajo’ y así formaron la palabra negocio, como contracción del adverbio nec: no, y el sustantivo otium: ocio, descanso.
Los latinos llamaban otium no sólo a la recreación, sino también al tiempo dedicado a las artes. Así, el otium litteratum era el tiempo libre dedicado a las letras. (Ricardo Soca). Pero el sentido de la palabra negocio cambió al estar signado por la economía. La cultura anglosajona lo transformó con el mandato de que “el tiempo es oro” y planteó que el ser humano que produce dinero con su negocio es bien visto por los ojos de Dios.

En su alabanza del trabajo, los calvinistas se concentraron en la laboriosidad sistemática y continua. Así, el puritano inglés S. Hieron opinaba que “el que no tiene un negocio honrado en el que pueda emplearse normalmente…, no puede agradar a Dios”. Y al lado aparece la pereza, como la madre de todos los vicios. La pereza no tiene nada que ver con el ocio. En la pereza la voluntad está debilitada. ‘La pereza es una pérdida del sentido del ser… es una manera fácil de evitar el conflicto y de reprimir los propios puntos de vista’. (J.S. Restrepo). El antídoto contra la pereza es la voluntad y la conciencia de la necesidad.

El ocio, a diferencia de la pereza, es un tiempo que no se emplea en cuestiones laborales. Las personas que no están ociosas son las que atienden necesidades: se están lavando, peinando o trabajando. En cambio el ocio significa dedicarse a lo que te gusta. El ocio es simplemente lo que haces sin que necesiten pagarte por hacerlo, y el negocio es lo que haces para tener ingresos. La pereza es, en cambio, que tú no hagas nada: ni negocio ni ocio. (F. Savater).

La primera definición que conocí de meditación es “sentarse quieto para no hacer nada”. Esta posibilidad de aquietarse para contemplar un paisaje, para escuchar un concierto, para tejer o para orar fortalece la vitalidad humana y tiene un efecto sobre los ritmos. La salud humana vive en el ritmo y nuestro cuerpo vital es el vehículo de los ritmos y el portador de los procesos de salud. En el día enfermamos, en el ocio permitido y silencioso de la noche sanamos. Bienvenidos al ocio rítmico y creativo.
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