No ayude a difundir el terror, no engorde el negocio del caos

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Un encapuchado quiso generar caos y con la ayuda de usuarios de Twitter y de Whatsapp, logró algún cometido. En cada “compartir” de las redes consiguió difusión y hasta legitimidad.

Cuarenta y cinco segundos de mensaje y el uso de palabras efectistas (“destruir estaciones del metro”) bastaron para que el video de un encapuchado que aparecía a oscuras y con la voz distorsionada, se diseminara por las redes sociales y lograra causar los primeros daños, doce días antes de la presunta comisión del delito.

De acuerdo con los investigadores del MIT nos gusta compartir noticias que prueban que nuestra visión del mundo particular es la correcta. De esa manera, incurrimos en legitimar contenidos falsos o temerarios.

El encapuchado, ¿representante de qué, líder de opinión de quién?, quiso generar caos y con la ayuda desprevenida, presa del miedo, pero efectiva, de usuarios de Twitter y de Whatsapp, logró algún cometido.

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A la del encapuchado le antecedió otra amenaza lanzada desde una cuenta de Facebook (según su portador, esta fue hackeada) también contra el metro y le continuó otra cadena de origen desconocido que anunciaba la conformación de una “fuerza pública independiente”, para defender el sistema de transporte. Y encapuchado, hacker y los improbables irregulares hallaron difusión, y hasta legitimidad, en cada “compartir” de las redes.

No replicar falsos mensajes, pidió la Policía, mientras anunció un plan para reforzar la seguridad para el jueves 21. Además, hasta este miércoles 13, expertos en informática de la Fiscalía seguían la pista del encapuchado para judicializar a los responsables. Están haciendo la tarea.

Sin embargo, parte del daño está hecho, en materia de tranquilidad ciudadana y mucho justamente por colaboración de usuarios de las mismas redes, que cayeron en el lugar común descrito por una investigación del Instituto MIT que señala la tendencia a compartir mensajes que apelan a las emociones más inmediatas como sorpresa o repulsión, sin mediar un análisis de veracidad.

En Twitter, de acuerdo con los investigadores, las noticias falsas tienen un 70 % más de probabilidad de ser retuiteadas que las verídicas y es lo que le ocurrió al presidente ejecutivo de Fedegan, José Félix Lafaurie, quien este fin de semana no solo confundió una obra de teatro con rituales satánicos y al centro de Medellín con El Poblado sino que logró con su mensaje 708 retweets y 965 me gusta.

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No convertirse en propagador de noticias falsas o de mensajes temerarios. No creerse la noticia de inmediato ni compartirla. Desconfiar de los contenidos que generen una reacción emocional fuerte. Verificar la autoría de la noticia y si cita fuentes y documentos oficiales: es simple y contribuye con la tranquilidad y el debate intenso, pero sensato, plural y documentado que tanto hacen falta estos días.

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