Más de lo mismo

Como si no hubiera sido suficiente con las metidas de pata de la empresaria María Fernanda Campo, metida a Ministra de Educación, el nuevo alcalde de Medellín puso en el correspondiente despacho municipal a un personaje caído del sector productivo: Luz Elena Gaviria. Supongo que el hecho de llevar el mismo apellido del alcalde es pura coincidencia; porque, al fin y al cabo, hay muchos Gavirias sobre la faz del planeta: incluso uno llegó a ser presidente de la República.
Recién llegada, la secretaria apeló al caballito de batalla de todos los burócratas neoliberales: en el centenario diario El Colombiano habló de optimizar los poquitos recursos que hay en el sector. Ya se entiende por qué buscan a los empresarios para tan altos destinos: ellos, desde sus despachos —a kilómetros de la escuela más cercana—, saben cómo hacer ver bonitos los balances. Porque al final todo queda en eso: “optimizar” es dirigir la platica hacia nuevos proyectos inservibles y a favor de una burocracia poco menos que ornamental, al tiempo que se aprieta a los que no tienen velas en el entierro; es concentrarse en iniciativas politiqueras que, como por arte de magia, se transforman en “Calidad” en el pergamino de las certificaciones hipócritas. El papel todo lo puede.
Como digo, no sólo se trata de agobiar el medio con nuevos procedimientos —papelitos por llenar— y procesos —proyectos sin pies ni cabeza, metidos a la fuerza en los colegios—: cuando un alto funcionario estatal habla de “optimizar” recursos, normalmente tiene entre ceja y ceja a los maestros. Todos los ministros y secretarios los odian, como los perros a los gatos: les viene en la sangre. Así, “optimizar” significa esclavizar a los maestros a permanecer más horas de lo debido en aulas mal dotadas, y con la población estudiantil rebosada por las ventanas (cien muchachos donde apenas caben 40), como si calidad fuera cantidad. Una prueba para mostrar que no miento: la ministra Campo, en un nuevo acto torpe y leguleyo, quiere que las “horas escolares” sean de una hora y no de 55 minutos, como se usa hasta hoy. Creerá la ilustre señora que recuperando esos 5 minutos por hora (30 por jornada), robados descaradamente por los profesores (así parece verlo ella), se materializará por fin el Edén productivo de nuestra educación. Que se vaya con ese manto a misa.
Los dignatarios de la educación deberían dejarse de discursos compungidos y actuaciones teatrales de funcionarios desvividos. Basta con ser realista y pragmático. ¿Quieren optimizar recursos? Entonces que doten efectivamente las bibliotecas de las instituciones educativas, pues, por obra del excesivo celo de la ley contra la corrupción, a ningún colegial se le pueden pedir libros ni obligarle a comprarlos, de lo cual, sin embargo, no se sigue que se les ofrezcan bibliotecas escolares decentes. ¿Optimizar los recursos? Entonces que dejen trabajar a los maestros en las aulas y los liberen de la insoportable papelería procedimentalista de las certificaciones, acreditaciones y todas las pestes de la vanidad burocrática. Así es más sencillo.
Se dirá que este alegato no se conduele con el poco tiempo que lleva la nueva secretaria en el edificio Carré. Y puede ser; pero, como dicen, más vale un metido a tiempo.
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