Malos vecinos

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  En la Línea 312 de Vivir en El Poblado recibimos esta quincena, una vez más, un comentario sobre el eterno conflicto por el ruido que viven muchos vecinos. María Escobar nos contó que una noche de la semana pasada estaba en una reunión con sus amigas en el apartamento de una de ellas. La anfitriona había puesto a dormir a su hija pequeña justo antes de que llegaran sus invitadas, para poder conversar tranquilas. Esa es una de las maneras en que socializan quienes tienen hijos pequeños. “En medio de la reunión la niña se despertó y se vino para la sala donde estábamos todas. Traía un juguete en la mano, que se le cayó al piso. La cara de angustia que puso la mamá no pasó desapercibida para ninguna. Cuando le preguntamos qué le pasaba nos dijo que sus vecinos del apartamento de abajo los tenían casi acorralados a punta de quejas por lo que consideraban el ruido insoportable que hace la niña. Yo me conmoví porque a nosotros nos pasó lo mismo. Nuestros vecinos de abajo, también un matrimonio joven, pero sin hijos, nos hizo la vida imposible con sus quejas, golpes a las paredes, miradas agresivas en los pasillos y los ascensores, cartas y comentarios, por el ruido producido por nuestra niña de poco más de un año, que gateaba y arrastraba un juguete o llevaba su chupo en la manito. La única forma de liberarnos de ese problema fue mudarnos. Ahora tenemos dos niños sanos, la niña ya tiene 7 y el niño 4, que corren, juegan, gritan y hacen todas las cosas que hacen los niños normales, y como no vivimos en apartamento sino en casa, no molestamos a nadie”.

Ciudades antiniños
A raíz de esta historia decidimos investigar cómo manejan este problema en otras latitudes -Estados Unidos, Alemania, Francia y España- y nos encontramos, para nuestra sorpresa, que la situación es igual en muchas partes, o incluso peor. Los apartamentos también son pequeños, completamente intercomunicados gracias a los métodos de construcción actuales, por lo que el ruido es allí, como aquí, fuente de roces y problemas entre los vecinos.
Lo que no es igual es lo que consideran ruido. Aquí, entre nosotros, los sonidos que hacen los niños cuando juegan, están en la misma categoría, si no legal, sí cultural, que las fiestas en los apartamentos, los taladros en las noches o los fines de semana, las obras públicas, el tráfico vehicular y los grupos de rock juveniles. Esos sonidos infantiles molestan más que las fiestas. En París, por ejemplo, mientras uno anuncie a sus vecinos, usualmente con una nota, que va a hacer una reunión en su apartamento, no tiene mayores problemas. Pero hay que un niño se despierte llorando a mitad de la noche. Sus padres deben esperar las quejas respectivas a la mañana siguiente. En Estados Unidos en cambio, los niños siguen siendo intocables, al menos en algunas ciudades de la costa este.
En España, como aquí, el ruido, en general, hace parte de la vida cotidiana. Por eso también es usual la queja por los niños que zapatean y corren en el piso de arriba, como si no hubiera un mañana.

Legislación
En Alemania, una de las sociedades con la legislación antirruido más rigurosa, hasta hace poco los niños (sus gritos y sus juegos) estaban clasificados igual que los taladros neumáticos con los que rompen las calles. Por eso los municipios tenían que concertar con los comités de vecinos si querían construir en sus calles una guardería o un colegio. Si había objeciones al proyecto, el Alcalde se tenía que ir con su colegio para otro barrio. ¿Qué hacen los padres de niños pequeños? Bueno, tienen problemas. Sin embargo, este año eso cambió. Después de años de debates, la legislación que modificada y ahora “el ruido de los niños no tiene efectos dañinos en el entorno ni es algo de lo que los ciudadanos deban ser protegidos por ley”, según el Ministro de Construcción y Transporte. Eso significa que los sonidos que producen los niños ahora están en la misma clasificación que las campanas de las iglesias y las sirenas de las ambulancias (la legislación antirruido alemana es detallada).
¿Y en El Poblado? Las amigas de la historia del principio usan tapetes para los cuartos de juegos de sus hijos y sus vecinos se siguen quejando.

 
     
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