Los 50 de Timonel

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Medio siglo de labores
Los 50 de Timonel
La Corporación Timonel está abierta para niños y jóvenes de El Poblado y otros sectores

En la calle 1 A Sur con la carrera 43 B, una cuadra abajo de la Avenida El Poblado, hay una casa grande rodeada de zona verde. Se ve desde la calle, a través de una reja, pero pocos saben que allí van a pasar sus horas libres decenas de niños y jóvenes, en su mayoría de El Poblado. Es la sede de Timonel, entidad sin ánimo de lucro que este 24 de octubre celebra 50 años de existencia.

La Corporación Timonel nació en el barrio Prado, pero su sede ha rotado por otros sectores de Medellín, como Laureles y el Éxito de Colombia (detrás del colegio San Ignacio) y, en los últimos años, en la comuna 14. Es el resultado de la iniciativa de varios padres de familia y empresarios de la ciudad, quienes en 1953 quisieron ofrecer a sus hijos y a otros jóvenes una alternativa diferente para pasar aquellas horas en que no estaban en el colegio.

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Jaime Greiffeinstein, Jairo Zuluaga, Octavio Arizmendi y Jorge Humberto Restrepo, estos dos últimos fallecidos, hacen parte de ese grupo de fundadores. “Ellos fueron los que decidieron asociarse y fundar un lugar donde niños y jóvenes pudieran pasar el tiempo libre. Al principio, solo se dedicaban a actividades lúdicas pero con el tiempo incluyeron formación en valores, orientación profesional y otros aspectos”, cuenta su gerente, Carlos Mauricio Pérez, quien aclara: “La labor espiritual de estas actividades se le encomienda a la prelatura personal del Opus Dei, pero la formación y la estructura es de un grupo de laicos”.

Durante estas cinco décadas, han pasado por el club juvenil de la Corporación Timonel cerca de cinco mil niños y jóvenes. Hoy el 99 por ciento de estos pertenecen a El Poblado, y asisten a dos programas que ofrece Timonel: el Club juvenil, que es para niños entre los 9 y los 13 años, y el Centro Cultural, para jóvenes de 13 a 21 años.

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“¿Quiénes asisten? Básicamente son amigos de los muchachos que van por allá, en parte por el voz a voz. No tiene ningún costo porque es una fundación sin ánimo de lucro. Simplemente se requiere que ellos y sus familias coincidan con el proceso de formación que se desarrolla con los muchachos. Si al pelado le gusta, bienvenido”, agrega Carlos Mauricio. “Antes llegaban a la casa y no había quien los recibiera. Cuando llegan al club, lo primero que hacen es hacer tareas, hay un profesor que les ayuda con una técnica de estudio, o a los más grandes a organizar una mesa de trabajo, a hacer listas de las tareas, a priorizar, a planear, luego les ayudan a revisar, a ser organizados en los cuadernos o con dudas o preguntas. Luego tienen un rato de descanso y se les habla de una virtud: perseverancia, prudencia, alegría, moderación, en ese ambiente del algo, bien sea el director del centro, o uno de los muchachos o alguien más. Después de eso tienen el club: una actividad manual o deportiva”, añade. En términos generales, se les ayuda a plantearse un proyector de vida personal y a ser solidarios.

Recorremos la casa. Hay varias salas de estudio de diversos tamaños, biblioteca y un oratorio con vitrales del artista Aníbal Gil, entre otros espacios. Se respira paz, y el orden salta a la vista. Algunos niños estudian en uno de los salones, y otros, ya adolescentes, juegan en la placa polideportiva que hay en el área trasera.

“Este me parece un sitio muy bacano”, nos dice José Miguel, de 14 años. Por lo general viene los viernes por la tarde, luego de salir del colegio, y los sábados. “Aquí uno tiene muy buena formación espiritual, nos enseñan sobre valores como la honestidad y responsabilidad, pero también jugamos bolos o vamos al colegio a jugar fútbol. Mis papás piensan que es una buena formación, además del colegio”.

Con él está Santiago, de 16 años, quien visita esta casa todos los viernes, sábados, domingos y martes. “Me gusta porque comparto con los amigos, nos dan charlas de formación humana y espiritual, nos enseñan a ser sinceros, muy honestos y a compartir con las personas que están a nuestro alrededor”.

“Nos ayudan con las tareas, a resolver problemas, hacemos salidas, vamos a bolos, a cine… hace poco fuimos a hacer obras de caridad a Cali una semana”, nos cuenta otro niño de 10 años.

Esteban López, su director, dice: “Aquí hay formación en cinco aspectos o ejes, en torno a los cuales hacemos aquí todas las actividades: deportivo, cultural, de solidaridad, académico y de formación espiritual y cristiana. Yo vine por Timonel hace 10 años, aprendí para mi vida en general, aprendí a consolidar muchas habilidades de estudio, descubrí mi perfil profesional. Me ayudó a hacer un programa de vida que con el tiempo seguí, a consolidar buenas amistades que sigo cultivando. Aquí descubrí muchas cosas de la vida”.

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