Lo importante es tocarse

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Lo importante es tocarse
/ Esteban Carlos Mejía

Íbamos a hablar de armonía y bienestar del ser y terminamos charlando sobre tarot, cábala cristiana y matrimonio interior. ¿Nada es casual? ¿Todo tiene que ver con todo? ¿Huir o explorar nuestro interior? Ideas y temas que compartimos con Elena María Molina en el pasado conversatorio de Vivir en El Poblado y el centro comercial Santafé Medellín.
A Elena le cuesta hablar en público. La voz se le escuchimiza, los ojos se le achican, el cuerpo se le encoge. Prefiere la reserva de su consulta, en donde las personas echan las cartas y descubren, atónitas, lo que de algún modo no sabían que sabían. Pero, a pesar de los obstáculos, en público y en privado, su palabra siempre repercute con hechicería.
El ser humano no sólo es un animal racional. También es simbólico. Y dual, dividido no por sexos, macho o hembra, sino por polaridades. La masculina es activa, solar, racional. La femenina, en cambio, representa el mundo interno, la receptividad, la intuición. “Cultivar ese mundo desconocido que se manifiesta en sueños, urgencias, emociones y sentires es la puerta de entrada al paraíso”, afirma Elena, con una sonrisa. Añade: “Al cultivar mi parte femenina, mi polaridad masculina va hacia ella en pos de la unidad. ¡Y esa unidad es el gran matrimonio sagrado!”
Elena se remonta al Genésis bíblico. Adam (hombre) no tenía con quién comunicarse. Yhvh, su dios, lo adormece. En el sopor, Adam mira hacia adentro y ve, no su costilla, sino su lado femenino, el desconocido, todo aquello que estaba por descubrir en su inconsciente. “Para entrar en armonía y bienestar es definitivo mantenernos en contacto con ese mundo interior, con el femenino, con el inconsciente”, dice Elena. “De lo contrario, en nuestras relaciones de pareja siempre buscaremos un complemento. ¡Y por más que lo intenten, dos seres humanos jamás llegarán a ser una sola carne!” ¿Entonces? ¿Qué hacer? ¡Tocarse! Ni más ni menos: el contacto es el lenguaje más profundo. Elena toma aire y asegura: “Al inicio las palabras nos tocan, las miradas nos tocan, los deseos nos tocan, y hasta el hecho de no tocarnos… nos toca. Tocarse es el fuego que inflama la pasión”.
En este punto, no me pregunten por qué, nos pusimos a hablar del tarot. Con paciencia, explicó que el tarot no sirve para adivinar ni profetizar. Ella se limita a mostrar lo que las cartas, con su antigua y, en cierta forma, inexpugnable sabiduría, le revelan a quien las echa. Quizás por su práctica de muchos años o por su sensibilidad de oráculo, hasta de bruja, Elena se vuelve receptiva y permeable al pensamiento del otro, se transforma en verdadera médium, en genuina mediadora. Yo le creo. Frente al tarot, el ocultismo y el esoterismo, me gusta inspirarme en el criterio del angélico doctor Sigmund Freud: “no convencido del todo, y sin embargo presto al convencimiento.” ¡Ja!
Y así, frase a frase, el conversatorio se nos fue en comentarios, anécdotas y reflexiones sobre la esperanza que anida en nuestros corazones, afiebrados por conseguir a toda costa la esquiva felicidad.
El próximo jueves, 1° de noviembre, sondearemos otra vez nuestras almas. Con Chiquinquirá Blandón conversaremos sobre Los pilares del amor. En Santafé los espero.
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