Limosnas, de la mano del sacol

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  Consumidor de sacol en el Parque de la Bailarina  
     
  Con el Acuerdo Municipal #51 de 2009, firmado por el Alcalde, Alonso Salazar, el 14 de agosto, quedó oficializada en Medellín la restricción y penalización de la venta de sacol a los niños y a los indigentes.
La esperanza también está puesta en la firma de un pacto ciudadano para que los expendedores de sacol se abstengan de venderlo a estas personas, algunas de las cuales frecuentan El Poblado.
 
     
  Sacol en El Poblado  
  Desde años atrás es común ver en los alrededores del parque de El Poblado a menores y adultos inhalando ese pegante amarillo que les quita la sensación de hambre, frío y soledad, a la par que los consume y envenena, pues uno de sus componentes, el tolueno, puede producir cáncer y atrofia del sistema nervioso central. Uno de estos adictos al sacol es David. Aunque su familia reside en Manrique, él prefiere deambular y dormir cerca al templo de San José. Día y noche se le ve inhalando un pequeño frasco del pegante que algunos usan para arreglar zapatos y muchos otros para hacer viajes sin moverse del sitio donde están. “Sacolito”, como le llaman quienes han sido testigos de su proceso de deterioro físico y mental, asegura tener 22 años y 8 de inhalar sacol. “La botella la consigo a $4.500 en una ferretería por Palacé o a veces por Guayabal, pero la divido en frasquitos pequeños y cada uno me dura cinco horas”. Pero desde que el Alcalde firmó el Acuerdo, su compra se dificultó pues quien le venda sacol incurre en un delito que se sanciona con multas y cierre del establecimiento. Tampoco le preocupa pues sabe que el mercado negro se encargará, como siempre, de proveer lo que está prohibido.
Incluso ahora, por solo $500, puede comprar a un jíbaro una bolsa negra con pegante. Además, al igual que muchos de los que se inician con el sacol, ya empezó a pasar a otra sustancia: al crack o pipa, una mezcla de basuco con ceniza que los expertos consideran peor que la cocaína, el basuco puro y el sacol.
 
     
  Policía de Infancia no sabía del problema  
  Al fácil acceso al sacol y a su bajo precio, se suma el que tanto David como sus compañeros de calle no tienen problemas para financiarse, gracias a las limosnas. La alimentación no es problema, pues la obtienen directamente en los negocios de comidas o de manos de los comensales. Igual, en los cinco centros día para atención a habitantes de calle que tiene el Municipio siempre hay un plato de comida para ellos.
Para hablar sobre el consumo de sacol en El Poblado y las políticas oficiales para enfrentarlo, buscamos a la Comisaría de Familia, pero un funcionario informó que el titular está de vacaciones y que la persona encargada no está al tanto del problema. Recurrimos entonces al coronel Luis Peralta, Comandante de la Estación de Policía de El Poblado, quien nos remitió a la Policía de Infancia y Adolescencia. La Comandante encargada, Yudy Álvarez, dijo desconocer que en El Poblado hubiera menores consumidores de sacol, sin embargo sabe de situaciones conexas. “Hay muchos niños explotados laboralmente que piden limosna y se ubican en la avenida principal y en los parques debido a que los habitantes de El Poblado son muy generosos y contribuyen mucho con dinero, ropa o mercados”. Estas limosnas no canalizadas a través de una entidad oficial, lejos de solucionar el problema de los niños y de la misma zona, lo agudizan, pues hace que la calle sea más atractiva que ingresar a los programas que la Alcaldía tiene diseñados para ellos, como el de “Cero menores en la calle”, que busca darles atención, educación y alimentación.
Por su parte, el médico de Bienestar Social, Lucas Arias, encargado del sistema Habitante de Calle, reporta que los sectores de mayor consumo de sacol en El Poblado son Astorga y la cancha donde quedaba el Cerca. “Allí hay más que todo menores. Ellos se hacen en la glorieta de Monterrey. Cada hora, pasa donde ellos un adulto que les recoge la plata que consiguen con la limosna, o vendiendo chicles, o limpiando parabrisas. Los tienen de maquinitas. Al final de la noche cuadran, les dan un porcentaje, entonces ellos van, se compran el sacol, se acuestan en la manga y el otro se va feliz con la plata”.
Minimizar esta problemática en la que el consumo de sacol es un común denominador, es lo que buscan ahora el Concejo Municipal y el Alcalde, con el Acuerdo que penaliza y restringe su venta a menores y habitantes de la calle.
 
     
 
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