La salud vive en el ritmo

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Ideal es dormir siete horas diarias, acostarse máximo a las 11 p.m. y descansar sin aparatos en el cuarto y con buena oscuridad. Cuando esto no sucede, nos levantamos fatigados.

Es impactante constatar cómo muchas de las enfermedades comunes dependen de una alteración de los ritmos cotidianos. Todos los seres vivos estamos sumergidos en procesos rítmicos: las investigaciones así lo ratifican.

“Todos los procesos vitales se basan en procesos rítmicos periódicamente estructurados. Los ritmos son un fenómeno fundamental de todo lo viviente. La estructura básica de la configuración temporal del organismo es la estructura del ritmo. Sin ritmo no hay vida; de él emana toda vida”1. R. Steiner habló por primera vez del sistema rítmico humano en 1917, sin embargo la medicina occidental no reconoce este ritmo autónomo.

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La vida en las grandes urbes se caracteriza por una creciente independencia de las relaciones rítmicas. El ser urbano tiende a separarse de los ritmos cósmicos. En el afán de exprimir el tiempo y obtener la mayor renta posible (“El tiempo es oro”, reza el mandato calvinista), irrespetamos los pulsos, ignoramos las pausas, omitimos las señales del cuerpo y abonamos el terreno para que se exprese la enfermedad. La salud cabalga en el ritmo, depende del ritmo. Si nos excedemos en la actividad mental o en el uso de la tecnología, preparamos el camino para las enfermedades degenerativas. Si nos excedemos en la acción y en el movimiento, si no ponemos límites, nos disolvemos y nos inflamamos.
La enfermedad no es el trastorno fortuito de un acontecimiento natural en el cuerpo, sino un proceso que tiene un sentido y que expresa algo en el plano físico y en el plano anímico. Casi siempre este proceso está influenciado por unilateralidades y excesos e implica pérdida del ritmo.

Todo proceso de curación pasa por la recuperación de los ritmos. La salud y la enfermedad son un continuum en el que oscilamos cada día: “En el día enfermamos y en la noche sanamos”. La recuperación de los ritmos desempeña un papel central en la salud humana y es un aspecto donde la medicina antroposófica trabaja con decisión, invitando al paciente a ser corresponsable de las decisiones terapéuticas y a comprometerse con la recuperación de hábitos y ritmos que generen salud y bienestar.

Los ritmos más alterados son:

  1. El ritmo-vigilia sueño, ritmo central de la existencia. Vegetales, animales y humanos dependemos de la luz y el calor del sol y estamos diseñados para dormir cuando hay oscuridad y estar activos en la luz. Para respetar este ritmo, lo ideal es dormir siete horas diarias, acostarse máximo a las 11 p.m. y descansar sin aparatos en el cuarto y con buena oscuridad. Cuando esto no sucede, nos levantamos fatigados y acumulamos débito de vitalidad.
  2. El ritmo de la alimentación y de la evacuación: nuestro organismo tiene momentos en los que está mejor preparado para recibir y procesar los alimentos. Y la evacuación tiene un ritmo circadiano: para los antiguos chinos la hora del intestino grueso es de 5 a 7 a.m.
  3. El ritmo de actividad vs descanso, de ocio vs neg-ocio. (ver columna 7.03.13), ritmo que se irrespeta en la vida urbana y que afecta los procesos de salud. Cómo nos cuestan las pausas conscientes, el silencio, el ocio creativo. Invitación a rescatarlos, a ser humanos con ritmo.

1 b. rosslenbroich. “la organización rítmica del ser humano”.

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