La Naranja que me partió la vida en dos

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  Por: Jose Gabriel Baena  
 
“Allí estaba yo, o sea Alex, y mis tres drogos, esto es Pete, Georgie and Dim, sentaditos en el Korova MilkBar tratando de fijar en nuestras rassoodockas rasuradas qué hacer hacia el crepúsculo. El Korova Milkbar vendía leche-plus, leche plus vellocet acelerante o synthemesc o drencrom, que era lo que estábamos bebiendo. Lo cual podría afilarte y alistarte para un mordisco de la antigua ultraviolencia…”
Así empieza el libro de Anthony Burgess, “la Naranja Mecánica”, un título extraño que mejor podría cambiarse como “La naranja que funciona con un mecanismo de relojería”, bien, nada parece adaptársele, novela que fue llevada majestuosamente al cine por San Stanley Kubrick en 1971 y que llegó a nuestro teatro Lido en 1973. Fue la primera película que usó música trabajada a gran escala en sintetizadores, después de que sus inventores hubieran grabado el prodigioso LP “Switched on Bach”. Cómo quedarían de rayados, que después uno de ellos tuvo que convertirse en transexual. La música puede ser extraordinariamente peligrosa. ¡Ah lejanos tiempos de la hierba floreciendo en tu cabeza, mientras llegaba esa naranja alucinada y brillaba sobre ti el loco diamante! Saliste del Teatro Lido como a las cinco de la tarde y media, convertido en Otro. The Clockwork Orange te había partido en dos la vida para siempre. La cinta es un ballet de ultraviolencia sin provocación justificatoria, con telones de fondo de la Novena de Beethoven, La Urraca Ladrona, la Overtura de Guillermo Tell (entre otras gloriosas advocaciones) para inolvidables orgías de mete-saca con jovencitas en botón y ancianas sin esperanza de una última humedad. Pero todo no le puede salir tan bien al bueno de Alex todo el tiempo. Traicionado por sus exdrugos y en estado de coma, es trasladado a un ultracientífico manicomio británico donde finge entregarse a la voluntad del Señor y, finalmente, someterse a un tratamiento de remodelación de su carácter: la famosa terapia aversiva, “el método Ludovico” que lo lleva al borde de la caja negra cuando escucha a Ludwig Van o ve a una pollita sin plumas y arrozuda. Alex, ejemplo mundial de “conversión” de un criminal en santo mediante la “cosa química”, intenta suicidarse arrojándose desde un quinto piso pero está tan lleno de droga que escasamente tienen que enyesarlo de arriba abajo. Cuando despierta al fin y le ponen la Novena y le traen a un grupo de nutritivas putitas, Alex comprende que ha renacido y será de nuevo un hombre feliz. Oh Lucky Man!
Más que el libro, la película causó tan grande conmoción en la Gran Bretaña, que tanto Burgess como Kubrick tuvieron que dar hipócritas declaraciones de “arrepentimiento” por haber intentado “to corrupt” a los jóvenes de la época y Kubrik aceptó cortar las escenas más “provocadoras”, cosa que nunca le perdonaremos. Sin embargo se pueden encontrar las versiones “al completo”. Así como también de Mr. Kubrick encontramos los originales de “Barry Lyndon”, “El resplandor”, “Full Metal Jacket” y la última, antes de morir, “Eyes wide shut”, protagonizada por el idiota de Tom Cruise y la ninfa australiana Nicole Kidman. El desnudo de Nicole ante el espejo, mientras se arregla para ir a la fiesta es la mejor secuencia sin corte en el cine. Y luego la misteriosa celebración masónica en las afueras de N.Y. El señor Kubrick tenía conexiones con el Demonio. Y ante su fuego nuestras almas arden.
En la prisión, planeando hipócritamente su sumisión al “tratamiento Ludovico”, durante dos años golpeado y violado por los guardianes, Alex se dedica a leer el Libro Sagrado, y se ve así mismo como el soldado romano que azota a Jesucristo, corta cabezas judías aquí y allá, y se acuesta con todas las doncellas esclavas de Jerusalem. La felicidad total. Y es aquí donde deberéis leer la Admonición: “ Oh, Hermanos! Procurad no ser como los hombres malvados, ni escuchéis sus propuestas de robos y perpetraciones. Porque hasta el último momento tratarán de desviaros en aflicción y sumiros en el precipicio sin fondo conocido. Transformaremos la maldad en bondad, y si es necesario todo el país será un inmenso Sanatorio Ludovico. Todas las cintas de Kubrick serán decomisadas e incendiadas. Las únicas películas que se proyectarán en los teatros y en la TV serán “El mártir del Calvario” y “Marcelino Pan y Vino”…”. Por fortuna para los tunantes como nosotros, el mundo empezará a acabarse el 23 de agosto de 2011, hasta octubre, según los Mayas. Pongo mis manos sobre vidrio líquido para dar fe de estas panavisiones.

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