La educación del espíritu o del pensar

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En la medicina, en los últimos 25 años se vienen suprimiendo la responsabilidad individual y el pensar propio y en su lugar se imponen normas de tratamiento y guías de acción, relacionadas con las normas de calidad de los seguros
/ Jorge Vega Bravo

También el espíritu humano necesita educación. Y en este contexto entendemos por espíritu la capacidad de pensar, la observación exacta y la percepción de la verdad. “Lo anímico, personal, está edificado sobre la vida del sentimiento; lo espiritual, sobre el pensar y la percepción sensorial” (M. Glöckler). El espíritu humano se relaciona directamente con la organización del Yo y permite la autoconciencia. Cuando digo Yo, no me puedo referir a nadie por fuera de mí, señalo el centro del pecho y me reafirmo en mi individualidad. Una célula, una planta o un animal no pueden decir Yo.

El Yo es el depositario del sentido de continuidad y permanencia que habita en la memoria. El Yo es el responsable de la libertad. Víctor Frankl (1905-1997) describe el espíritu como “aquella parte de la persona que busca y puede percibir la verdad y el significado de las cosas”. Ese espíritu también debe ser moldeado y conducido en el desarrollo del niño.

En los últimos 200 años hemos reemplazado muchas actividades creativas humanas por la cultura de la técnica y de las máquinas. Hoy tenemos máquinas para muchas cosas y nos movemos cada vez menos. También queremos imitar el pensamiento humano y la observación sensorial mediante los computadores y la robótica. Esto genera en algunas personas la sensación de no poder ser útiles y la pérdida del sentido de la vida. Ya no queremos actuar y transformar creativamente el mundo y este espacio lo ocupa en parte la industria del entretenimiento.

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La época actual no promueve el pensamiento creativo individual y por el contrario nos impulsa hacia pensamientos y comportamientos globales: estamos condenados a imitar y esto empobrece la vida cultural. “Hoy tenemos una gigantesca cultura de la imitación… Una colectividad que camina hacia la unificación y la sincronización del pensar” (M. Glöckler). Estos procesos de globalización nos privan de la libertad. El pensamiento guía de lo trabajado en mis últimas columnas es: “Educación orientada hacia la libertad”. La libertad es una cualidad de la vida espiritual humana y está ligada a la verdad. “La verdad os hará libres”.

En un campo tan sensible como la medicina, en los últimos 25 años se vienen suprimiendo la responsabilidad individual y el pensar propio y en su lugar se imponen normas de tratamiento y guías de acción, relacionadas con las normas de calidad de los seguros. Requiere enorme valentía salirse de la norma: todo está supervisado y controlado. En el campo de la ética pasa algo semejante: antes existía la decisión a consciencia del médico y hoy todo se maneja con normas, promoviendo una seguridad exterior que impide el desarrollo de un sano criterio personal y una responsabilidad propia. “Este es el comienzo de una auténtica catástrofe cultural” (M. Glöckler). Se pierde la capacidad creativa del ser humano y con ello crecen la agresividad y el aburrimiento. La pérdida del sentido, la insatisfacción interior se ubican en aquel lugar del espíritu donde antes hubo una actividad creativa-cultural libre.

Ahora viene la pregunta que se hace Michaela Glöckler en su trabajo: “¿De qué manera podemos ubicar estas tres misiones de la educación, para el cuerpo, para el alma y para el espíritu, bajo la imagen guía de la libertad? Daré elementos en las siguientes entregas.
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