¡Ojo al parche!

 
 
 
 

Cualquier día que vaya caminando o trotando por las vías de El Poblado, o como conductor juicioso, o como pasajero observador desde un vehículo, mire bien al pavimento. Estudie con detenimiento los detalles, analice los baches, las brechas, las uniones, los parches, las tapas, etcétera.

Pronto surgirá ante sus ojos una historia de sufrimiento. De desgarres, remiendos y cicatrices. De muchos trabajos superpuestos, unos recientes y otros no tanto. Se dará cuenta de que, lejos de ser superficies lisas y continuas, nuestras vías urbanas son unas colchas de retazos que hacen saltar a los vehículos y obligan a los conductores a maniobrar con agilidad para evitar los obstáculos.

¿Y por qué?¿Qué hemos hecho para merecer estos pavimentos?¿No se supone que éramos tan buenos en ingeniería?

Una de las razones, que se vuelve evidente al hacer la juiciosa observación, es que no dejamos tranquilas a las pobres vías. Continuamente las estamos destruyendo. Abrimos hoyos y brechas, las volvemos a tapar, luego las volvemos a abrir, y así vamos parchando y reparchando sin límite cada que a alguna entidad se le ocurre instalar, ampliar o reubicar una red. O una cámara de inspección.

El problema es que una vía es una estructura mucho más compleja de lo que parece. Al abrir una brecha, como tantas que se ven en la ciudad, se están destruyendo equilibrios internos entre suelos, aguas y aires, entre los vehículos y la vía misma. Se quitan apoyos, se cambian materiales, se permiten flujos de agua.

¿Y qué pasa luego? Que la estructura fallará por la parte más débil, que no es otra que el pavimento.

Busque cualquier hueco, cualquier pavimento deteriorado y verá que está al lado de un remiendo o parche reciente. Seguramente ya nadie recordará quién lo hizo, pues el día que se recibió el trabajo (en el remoto evento de que haya habido interventoría seria), probablemente se veía muy bien.

Pero, pasado el tiempo, los huecos aparecerán ahí, al lado, y se habrá perdido esa platica. Vías que originalmente se diseñaron y se construyeron bien, que seguramente demandaron altas inversiones (provenientes de nuestros impuestos, naturalmente), de manera gradual pero constante van siendo destruidas por las propias autoridades que deberían cuidarlas ¿Con qué derecho?

Ojo, no podríamos decir que no se hagan huecos cuando sea necesario. Pero, por favor, señores secretarios de Obras Públicas y de Tránsito, sean más (¡mucho más!) exigentes con los contratistas y con sus propios trabajadores. Y a nosotros, no nos sigan contentando a punta de parchecitos mal hechos.

Ah, y ya que hablamos de pavimentos, queremos que nos prometan que siempre que estén parchando o poniendo pavimento nuevo, también levantarán el nivel de las tapas el mismo día. Y el de las alcantarillas. No nos sigan poniendo trampas mortales en las vías. Algún día los sumisos votantes nos cansaremos de semejante mediocridad.

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