¿Existen el Alma y el Espíritu?

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Por: Jorge Alberto Vega Bravo
¿Cómo demostrar la existencia del alma y el espíritu humanos? Un lector del periódico plantea esta pregunta y abre una puerta. No tengo una respuesta que logre esta demostración por el método científico convencional. El alma y el espíritu humanos no son perceptibles por los sentidos corrientes y no pueden ser demostrados de manera objetiva.
La existencia del alma y del espíritu sólo puede ser planteada desde la perspectiva ampliada que ofrecen las visiones filosóficas y médicas de las tradiciones antiguas y la medicina antroposófica apoyada en la ciencia espiritual.
Alma tiene dos posibles acepciones: es el femenino de ‘almus’: nutricio, que amamanta; por ello ‘alma mater’ es la madre nutricia. Alma también es la contracción de ‘anima’: lo que tiene aire, aliento, lo animado; anima da origen a animal, animoso, ánimo. Espíritu viene de la palabra latina ‘spiritus’ que significa aliento, hálito, aire. En las lenguas romances queda el recuerdo de la acepción original: inspirar es llenarse de aire y al final de la vida expiramos. Y los diversos sentidos de ‘aspirar’ lo reafirman.
Para hablar del alma y el espíritu humanos es preciso invitarlos a abrir las puertas de la percepción; la vida cotidiana y la ciencia –fundada en la percepción sensorial y la actividad del intelecto- conducen a una frontera en que la existencia del alma y del espíritu es negada, si no se franquea dicho límite. “Hay quienes creen que con las fronteras de la percepción sensorial se agotan también las fronteras de todo conocimiento. Pero si prestaran atención a cómo se hacen conscientes ellos mismos de esas fronteras, descubrirían que en esa conciencia existen facultades para atravesarlas. El pez nada hasta la superficie del agua y ha de retroceder porque le faltan los órganos para vivir fuera del agua. El hombre llega hasta los límites de la percepción sensorial y puede reconocer que en el camino que le ha llevado hasta allí han nacido en él las fuerzas que le permitan vivir anímicamente en el elemento que no se halla afectado por la percepción sensorial”. R. Steiner
Hasta hace muy poco los científicos no habían fotografiado un átomo, sin embargo nadie dudaba de su existencia. El alma y el espíritu humano no son visibles a nuestros ojos físicos pero son reconocibles por sus efectos y sus procesos. El hombre se halla integrado a lo terrestre -que abarca lo inorgánico- y lleva consigo un cuerpo físico que comparte con el reino mineral. Pero en la medida en que desarrolla fuerzas vitales alcanza otro nivel que no proviene sólo de la tierra y que tiene influencia directa de las fuerzas del Universo: las mismas fuerzas vitales que hacen que de una semilla brote una planta, constituyen el cuerpo vital del ser humano. Pero a diferencia de las plantas, el hombre y los animales no sólo tienen cuerpo físico y vital sino que además poseen impulsos instintivos, experiencias interiores y conciencia del mundo externo. Podemos tener conciencia del dolor físico, pero también sentimos dolor cuando se hieren nuestros sentimientos; este dolor no lo ubicamos en un órgano específico y decimos: “me duele el alma”. El alma está allí donde nace la conciencia, donde moran sentimientos y pensamientos. El cerebro y los órganos sensorios son instrumentos del alma. La medicina moderna trabaja para comprender cómo el alma influye en el mantenimiento de la salud y en la génesis de la enfermedad. Porque tenemos alma, humanos y animales somos conscientes del mundo físico y estamos capacitados para sentir placer y dolor.
Pero hay un nivel de conciencia adicional en el ser humano: la autoconciencia. Por ella somos capaces de reconocernos como seres individuales y de reflexionar sobre el mundo. Esto nos da la posibilidad de superar las reacciones instintivas animales. Nos formamos imágenes mentales de las consecuencias de nuestras acciones y podemos modificar nuestros impulsos y decisiones. La antroposofía describe esta dimensión de la conciencia como la actividad del espíritu humano que se manifiesta en el Yo. Una célula no puede decir ‘Yo’. El Yo es el depositario del sentido de continuidad y permanencia que habita en la memoria. El Yo es el responsable de la libertad, característica netamente humana. Víctor Frankl (1905-1997) describe el espíritu como “aquella parte de la persona que busca y puede percibir la verdad y el significado de las cosas”.
Frankl insiste en que el papel del médico va más allá del cuidado del cuerpo y del alma e incluye la ayuda para que el enfermo halle el sentido de su padecimiento. Y cita a Goethe: “si aceptamos a las personas tal como son, las empeoramos. Si las tratamos como aquello que debieran ser, las ayudamos a convertirse en lo que son capaces de ser”. ¡Nos queda tela por cortar!
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