¿Cuánto sexo es demasiado sexo?

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La adicción al sexo no es una de las patologías más discutidas ni la primera que se viene a la mente cuando se habla de adicciones, pero está muy presente

El sexo es cada vez más protagónico en nuestra cotidianidad. Realities cada vez más explícitos, éxitos literarios como 50 sombras de Grey, entre otros, nos convierten en una sociedad más abierta a la libertad sexual. Sin embargo, la línea entre lo socialmente aceptado y la enfermedad siempre ha estado un poco borrosa. Solo en los últimos años hemos aprendido a aceptar los excesos de comportamiento como enfermedades. En el sexo, lo que algunos entienden y ven como una mujer fácil podría encarnar un caso de ninfomanía, o al que simplemente consideran un hombre promiscuo podría padecer de satiriasis.

A principios de este año el futbolista Kevin-Prince Boateng, del A.C Milán, dejó de jugar varios partidos por una sucesión de lesiones menores que su novia públicamente atribuyó a una vida sexual muy activa. Según la modelo, en ese momento la pareja tenía relaciones sexuales entre siete y diez veces por semana. Diez encuentros íntimos en una semana le parecerán mucho o poco al lector cuando lo compara con su propia vida sexual. Pero mucho no siempre significa tanto. La psicóloga Elizabeth Gutiérrez, directora del Centro Psicopedagógico Integrado CEPI, especialista en educación sexual, sexóloga clínica de la Federación Latinoamericana de Sociedades de Sexología Flasses y expresidenta de la Sociedad Colombiana de Sexología, explica que una de las formas de equivocarse en un diagnóstico de adicción al sexo es basándose en el número de encuentros sexuales en determinado tiempo. “Una pareja puede ser adicta al sexo, en el buen sentido de la palabra, si su objetivo es la satisfacción y ambos se encuentran en el mismo nivel de goce sin problemas”.

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Para el Manual

De hecho, el diagnóstico no es sencillo y por eso ha tardado tanto en ser incluido en el DSM (Manual de Diagnósticos y Estadísticas de Desórdenes Mentales, publicado por la Asociación Americana de Psiquiatría). Este manual, una guía fundamental en el ejercicio de la psicología y psiquiatría, fue revisado y actualizado por última vez en 1994. La próxima revisión importante está planeada para publicarse en mayo de 2013 y uno de los diagnósticos nuevos que se espera que esté entre sus páginas es la adicción al sexo, bajo el término desorden hipersexual. Según la sexóloga Gutiérrez, la definición de este desorden puede entenderse como una dependencia psicológica a las diferentes actividades sexuales de forma compulsiva y sin límites. “Una de las características es que la persona abandona su comportamiento normal, como irse del trabajo o de una reunión familiar para buscar sexo, y después siente que no obtuvo saciedad ni satisfacción de ese encuentro.” Como en otro tipo de adicciones tóxicas y no tóxicas, estas personas ponen en riesgo su empleo y sus relaciones familiares y sociales.

No solo famosos

Así se han visto numerosos casos de reconocidos personajes. Cómo olvidar el matrimonio arruinado de Tiger Woods, los tropiezos en la carrera de Charlie Sheen o el escándalo del primer ministro italiano Silvio Berlusconi. Pero los casos no son tan lejanos como parecen. Óscar Quintero* es un hombre entre los 40 y 50 años de edad. Es un profesional de Medellín sin ninguna adicción a sustancias o drogas, pero padece satiriasis. Es decir, ha sido diagnosticado como adicto al sexo. El asunto empezó hace siete años. Óscar explica que continuamente miraba y deseaba a muchas mujeres. Su interés desenfrenado por el sexo lo llevó al fin de su matrimonio cuando su esposa lo descubrió solicitando servicios de una línea caliente. A partir del divorcio se incrementó su actividad sexual. Empezó a tener relaciones sexuales todos los días o dos veces en el día, hasta con cinco mujeres diferentes, incluso si ello requería que dejara sus obligaciones laborales. También aumentó el consumo de pornografía y empezó a gastar considerablemente sus ingresos en la adicción: moteles, juguetes sexuales e invitaciones a las mujeres con las que se acostaba. Además sufría de un cansancio físico continuo. Desde este año Óscar recibe tratamiento. Parte del problema ha sido la dificultad para tener una relación comprometida o estable con una sola mujer, paradójicamente sufriendo de una gran soledad.

Terapia, apoyo y autocontrol

A diferencia del tratamiento que requieren las adicciones tóxicas, como el alcoholismo, que exigen una abstinencia absoluta para la recuperación, el tratamiento para una persona adicta al sexo demanda el autocontrol. Elizabeth Gutiérrez explica que en estos casos la terapia debe ser una combinación de fármacos, que bajen el nivel de ansiedad, con un trabajo psicológico. Este último pretende descubrir vacíos en la historia del paciente o en sus relaciones familiares. “Suelen tratarse de personas que no han tenido una buena relación con sus padres o que han sufrido de baja autoestima o de algún tipo de abandono”, dice la sexóloga. Agrega que, como en otras adicciones, esta no tiene una cura definitiva y se caracteriza por recaídas a lo largo de la vida.

Además de tratamientos terapéuticos individuales con psiquiatras y/o psicólogos, existen grupos de apoyo en internet, como Sexólicos Anónimos, que se basan en los principios de Alcohólicos Anónimos para tratar la adicción al sexo. Entre las preguntas que sugiere el autoexamen de esta organización están: ¿Siente culpa o depresión después de una actividad sexual? ¿Ha pensado que necesita ayuda para su comportamiento sexual? ¿Debe recurrir a imágenes o recuerdos durante relaciones sexuales con su pareja? ¿Saca tiempo del trabajo para satisfacer necesidades sexuales?

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Parte del riesgo de la adicción es que no sea reconocida o identificada como una enfermedad en la educación sexual. El desconocimiento podría hacer que el paciente tarde mucho más en descubrir que sus problemas de depresión, divorcio, o comportamiento obsesivo están enraizados en un desorden hipersexual.

*Nombre cambiado por solicitud del entrevistado. 

 

Inicios tempranos

La iniciación y la exposición a las actividades sexuales empiezan en la temprana adolescencia. En 2011 el Dane reveló cifras de actividad sexual en adolescentes escolarizados en 2008 (entre los grados séptimo y once, es decir entre los 13 y 16 años de edad en promedio). En Medellín, de 168.323 adolescentes, el 41.4 % dijo haber tenido relaciones sexuales. El 61 % de los encuestados a nivel nacional discuten sus dudas sexuales con amigos de su misma edad, y el 74% de los encuestados en Medellín ha participado en algún tipo de actividad de educación sexual.

Para la doctora Elizabeth es una realidad la iniciación sexual desde los 12 años en adelante. Dice que a esa edad no se tiene un desarrollo cognoscitivo para enfrentar la responsabilidad sexual (embarazos, enfermedades, etc.) y que por eso los colegios, educadores sexuales y padres deben tomarse el proceso más en serio. “No basta con una conferencia. Hay que darle profundidad a los temas de la buena autoestima, el amor y el cuidado del cuerpo, y entender el sexo como relaciones satisfactorias, no solo reproductivas”, dice la sexóloga. Agrega que una iniciación en el sexo a temprana edad no necesariamente lleva a una adicción, pero condiciones de soledad, humillación y abandono que pueden ser significativas en la adolescencia pueden hacer que el sexo sea un remplazo afectivo y conduzca a la adicción.

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