Un adulto en el cuarto (de máquinas)

Jorge Londoño habla con claridad y sin estridencias, sin ocultar el tamaño de los riesgos. Ante una situación tan grave como la de Hidroituango, el gerente de EPM se ha sabido parar firme.

Una de las peculiaridades fascinantes del idioma inglés es su capacidad de síntesis. La riqueza de metáforas, de frases sencillas que con poquísimas palabras dibujan un cuadro completo y poderoso en la imaginación de quien lee o escucha.

Entre mis favoritas está an adult in the room (un adulto en el cuarto). Es utilizada para describir a una persona que conserva la calma y toma decisiones calculadas y racionales a partir de toda la información disponible. Aun en medio de un ambiente crispado y a sabiendas de que, haga lo que haga, será declarado culpable de grandes males por algunos sectores de opinión.

Cuando ocurre una crisis y es imperativo elegir con prontitud un curso de acción, hace una enorme diferencia si surge alguien que sepa escoger la menos mala de las opciones. La que salve vidas, proteja derechos fundamentales y que facilite el mayor efecto positivo para el mayor número de personas.

Luego de tomar una decisión, la que sea, este líder tiene que salir a comunicarla y explicarla con serenidad y firmeza. Calmando los ánimos, inspirando a propios y extraños y capoteando todos los temporales. Navegando con destreza todas las preguntas y comentarios, además de los ataques directos o con aguijón escondido.

Es lo que hemos presenciado a lo largo de los últimos diez meses. Ante una situación tan grave y delicada como la de Hidroituango, casi sin antecedentes en el mundo, se ha sabido parar firme un gerente de EPM que -sin ser técnico experto ni fogueado líder de multitudes- repetidamente se comporta como el adulto en el cuarto.

Habla con claridad y sin estridencias, sin ocultar la gravedad de los hechos ni el tamaño de los riesgos que corremos. Y actúa con la frialdad de un veterano piloto que sabe que, aun si en cabina los pasajeros le gritan, patalean y amenazan, su prioridad es seguir conduciendo el avión serenamente, mínimo hasta su aterrizaje seguro.

A este “encuestador”, como ciertos críticos llaman con mal disimulado desprecio, lo recibió el cargo de gerente general de EPM con un incendio en Guatapé en 2016, otro en Playas en 2017 y luego aquel derrumbe en Ituango en 2018. No serán pocas las noches en vela -las que ya fueron y las que faltan- experimentando la fría soledad de quien, al final, debe decidir si se inunda el cuarto de máquinas o si se baja ya la compuerta.

Jorge Londoño pregunta y escucha, escucha muchísimo. Y luego sale a dar la cara a nombre de su experto equipo de trabajo en una empresa que ya lleva 63 años demostrando seriedad técnica, compromiso con la comunidad y creciente responsabilidad ambiental.

Más allá de lo que concluyan las entidades de control que se preparan para darse un festín de castigos, multas y restricciones futuras, más allá de lo que definan las aseguradoras sobre las causas reales del siniestro, hay un gerente con el perfil preciso para salir adelante.

Medellín como dueña de EPM, Antioquia como territorio afectado y socia de Hidroituango, y Colombia como receptora de energía, han corrido con la gran suerte de tener un adulto en el cuarto… ¡de máquinas!

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