En Los Álamos, la barrera se vuelve oportunidad

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Una institución especializada en apoyar el desarrollo de personas. El camino que eligieron fue el de la inclusión, los derechos y la calidad de vida
Fotos Juan David Caicedo

Por Laura Montoya Carvajal

En el Instituto de Capacitación Los Álamos, una multitud de niños corre hacia la piscina, haciendo ruido y con las toallas colgadas al hombro. Unos metros más abajo, varios pequeños llevan las riendas de caballos mansos, caminando sobre el aserrín de un picadero donde hacen equinoterapia. Unos jóvenes corren al lado, buscando una inmensa cancha de grama que queda cerca.

En parte, este es el panorama diario que pintan los 1.600 usuarios de este instituto. Todos, sin excepción, tienen una discapacidad física o cognitiva. Los Álamos fue fundada hace 55 años y en el salón gerontológico pueden encontrarse personas que están allí desde que eran niños.


Los adultos mayores pintan la bandera de Colombia. Tienen un festival de mandalas colgado de la pared y están felices de saludar de mano y presentarse. Elizabeth, una mujer mayor que sonríe todo el tiempo, explica que cuando la bandera esté lista la colgará de su ventana.

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Mónica Restrepo, coordinadora de Los Álamos, describe que cada grupo está conformado por edad, en primera instancia, y luego por las capacidades de los que ingresan. En algunos les enseñan manualidades, a otros les hacen hidroterapia y un grupo de personas más “funcionales”, es decir, con mayores aptitudes, realizan actividades en un taller productivo.


“Una persona con discapacidad ante todo es persona, y cualquiera de nosotros puede adquirir esta condición”, declara Marta Piedrahíta, la directora de atención. Ella describe que el paso de estas personas por la institución se hace para garantizarles una mejor calidad de vida, sus derechos y la posibilidad de la inclusión. Por eso, en el ámbito laboral ya han logrado vincular algunos de sus usuarios como empacadores o para trabajos eléctricos, después de enseñarles las habilidades necesarias para desempeñar su rol.

“Aquí les enseñamos a tener y respetar un horario, a acoplarse a las rutinas, ese tipo de cosas. Esto, a nivel ocupacional, también les ayuda a las familias, porque hace a la persona más autónoma dentro de su casa y libera carga de trabajo de sus familiares”, explica la directora.

Para ella, el papel de la familia es fundamental, tanto que es una parte más de la misión de Los Álamos. Según la directora, hay tres tipos de familia: la ideal, que acepta y ayuda a su familiar con discapacidad; la promedio, que tiene diversos problemas, pero puede sobrellevar la situación; y un último tipo, que requiere apoyos muy extensos para minimizar el riesgo de abandono o vulneración de derechos.

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“Por bien que Álamos quiera hacer las cosas, nunca va a reemplazar una familia. Todos reclaman su familia incluso si no la tienen o fueron maltratados por ella”, dice Marta.

En Los Álamos, 223 personas residen institucionalizados, y a través de diversos convenios atienden al resto de la población. Una de las alianzas más grandes es con el Instituto Colombiano de Bienestar Familiar, de quienes reciben niños y jóvenes protegidos o en adoptabilidad.

En crecimiento, esta institución busca marcar pautas para el tratamiento de la población discapacitada desde lo público. En septiembre realizarán el octavo Congreso Internacional de Discapacidad en Plaza Mayor, donde hablan de inclusión en la perspectiva educativa, familiar y de la sociedad. Por otro lado, Marta observa que ya comenzaron un proyecto muy importante para ellos.

“Casa hogar, vida en comunidad es una iniciativa donde vamos a llevar varios chicos que ya no tienen posibilidades de ser adoptados y son mayores de edad a dos casas por fuera de la institución, para que comiencen a hacer vida comunitaria por su cuenta, pero con nuestro apoyo. Aquí todo es industrial: la cocina, la lavandería, y definitivamente la institucionalización marca. Esta prueba piloto puede ser el principio de una política pública que ayude a la desinstitucionalización”, describe la directora.

Con una nueva sede en La Aguacatala que comenzará actividades en 2017, y una sede funcionando hace más de 18 años en Bello, Los Álamos sigue buscando liderar procesos en el ámbito de la inclusión. “Las personas con discapacidad deben respetarse, como seres dignos. Ellos tienen muchas cualidades de las que tendremos que aprender: ellos son transparentes, son afectivos, una fuente de vitalidad. Ellos tienen unas necesidades de apoyo, pero cualquiera de nosotros las podemos tener”, afirma Marta.

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