En busca de Shanti

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  En busca de Shanti  
     
  La práctica de yoga se hace cada vez más popular. Algunos lo toman como estilo de vida, otros como medio saludable para mantenerse en forma, otros como la nueva moda a seguir  
     
 
 
 

Luz Fany Vargas cuenta su experiencia con el yoga antes de empezar clase en el centro Anaisa.

 
     
  Luz Fany Vargas vivió como yogui en un ashram de la India donde inició estudios para ser swami. Hace tiempo entendió que debía estar en Medellín serenando un poco la acelerada vida de los occidentales. Hoy tiene un centro de yoga en San Lucas donde además de practicar ejercicios hacen talleres de meditación y cada dos años aproximadamente los que quieran se apuntan al viaje a la India que incluye para los primerizos, el triángulo de oro: Taj Majal, Jaipur y Khajuraho. En este momento el maestro de Luz Fany Vargas es Gnanananda, un suizo ermitaño radicado en la India.

¿Cómo llegó al yoga?
Yo estudiaba trabajo social en la UPB y entré en crisis por la desigualdad que veía en la sociedad y me empecé a cuestionar en cuanto a la carrera y a la religión. Por eso llegué donde una hermana franciscana del colegio donde yo había estudiado y ella me dijo que veía la presencia de Dios en mi inquietud, lo importante era canalizar esa energía para que como un río pudiera ser constructiva y no destructiva al desbordarse. Ella practicaba yoga y tai chi y fuimos a un seminario con un maestro de la India.

¿Qué hizo ese maestro para convencerla?
Fue con el segundo maestro que visitó Medellín que en verdad decidí vincularme al yoga. Yo estaba en una época de la vida donde las mujeres se sienten sobradas y le hice una pregunta corchadora por medio de papelitos que repartían. Escribí que no me gustaba que el yogui al iluminarse dejaba de servirle a la humanidad y de luchar por las causas sociales. Yo apenas estaba entregando el papel, cuando el maestro se detuvo levantando el dedo y sentí que lo que decía era para mí: “La persona que le ayuda al hombre a encontrase consigo mismo y su ser interior le está haciendo la mayor contribución a la humanidad”.

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¿Qué diferencia fundamental hay entre el yoga auténtico
y el de moda?

Hay gente que hace yoga a veces por moda, como si se estuviera tomando un diazepam. Mi maestro actual dice que Occidente ha reducido el yoga a un culto para el cuerpo. Yo pienso que es una opción para alguna gente que lo hace sin mucha conciencia. Al principio era muy rígida con eso, pero ya no me importa el motivo por el cual llegue la persona. El yoga sirve para hacer una conexión con la verdad interior o valores espirituales que se tengan.

¿Entonces no es incompatible con la religión?
El yoga no tiene nada que ver con un factor religioso. Yoga literalmente traduce armonía, entre la consciencia inferior y superior, entre el consciente y el inconsciente, entre la materia y el espíritu. Yo siento que esa práctica de respeto por los demás y por la vida me ha acercado más a mis convicciones espirituales. Cada uno pertenece a la religión en la que nace y se conecta con Dios de esa manera.

¿Qué implica la relación con un maestro?
No todo el que hace yoga tiene que tener un maestro. Lo que implica esa relación solo lo puedo explicar desde mi experiencia. Para mí es un puente de conexión a esferas superiores en tu desarrollo. No es una relación como la entendemos en Occidente, no hay convencionalismos ni protocolos sociales. Es una relación de alma a alma, donde el maestro te ayuda de maneras sutiles a reducir los aspectos oscuros y a crecer espiritualmente. Te inicia en técnicas de meditación, te da un mantra y puede percibir tu campo magnético. Son relaciones sanas aunque hay gente que cae en manos equivocadas, por eso nuestro primer maestro debe ser el sentido común.

¿Qué le queda a los estudiantes al regresar del viaje a la India?
La India es un caos; uno debe ir con alguien que sepa para dónde va. La experiencia es muy personal, pero el hecho de ir a la India nos pone en contacto con una cultura que es la antítesis de la nuestra. Es como llegar al mundo del inconsciente: todo es un desorden, un cúmulo de estímulos visuales, aromas, sonidos y expresiones de esa cultura. Cuando entras en contacto con grupos humanos, maestros y sitios donde se practica yoga, toda esa información entra como un estímulo más que al combinarse con cada individualidad da ciertos resultados. Es muy enriquecedor independiente de que la persona quiera volver o no. Meterse a la India un mes es como seis meses de psicoterapia.

 
 
¿Un qué?
Ashram: monasterio hindú de estilo austero donde se practica yoga.
Shanti: paz y tranquilidad en sánscrito.
Campo magnético: energía que posee cada persona, algunos lo entienden como aura.
Mantra: palabra o verso para la meditación.
Yogui: toda persona practicante del yoga.
Swami: dueño de sí mismo, persona más avanzada en las prácticas de yoga.
Maestro: grado de desarrollo y despertar elevado para guiar a otros en su camino espiritual.
Estos “títulos” para las personas se obtienen por reconocimiento y seguimiento de otros, un proceso similar al que en Occidente se usa para señalar a una persona de santa.
 
 
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