El príncipe y el pavo

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El príncipe y el pavo
Un elemento crucial a la hora de repensar la relación médico-paciente es la empatía, definida como la capacidad de identificarse con alguien y compartir sus sentimientos

/ Jorge Vega Bravo

La empatía habita en el corazón, residencia de los sentimientos humanos. En las medicinas tradicionales –la medicina china y el Ayurveda- y en la medicina antroposófica, en la relación médico-paciente se destaca la biografía del enfermo, su historia personal y familiar en lo físico y lo anímico. Voy a terminar este seriado sobre la relación-médico-paciente con un cuento anónimo que es un ejemplo de empatía y de transformación de un proceso -que hoy sería tratado por el psiquiatra- y que es abordado de manera muy original. He aquí la historia:

“En un país lejano un príncipe perdió la razón y se creyó convertido en pavo. Vivía bajo la mesa, completamente desnudo, rehusando los suntuosos platos que se servían a los convidados en la vajilla dorada del palacio: se nutría sólo de los granos reservados a los pavos. El rey, desgraciado, hizo venir a los mejores médicos, a los más afamados especialistas, pero todos se declararon incompetentes. También los magos, los monjes, los hacedores de milagros fracasaron; todas sus intercesiones resultados vanas.
Un día, un sabio desconocido se presentó ante la corte. –Creo que puedo curar al príncipe –dijo al rey- ¿Me permite usted probar? El rey consintió y el sabio, ante la sorpresa de todos, se quitó sus vestiduras y fue a reunirse con el príncipe bajo la mesa. Un segundo después se puso a cloquear como un pavo. Desconfiado el príncipe le preguntó: -¿Quién eres, qué haces aquí? –Y tú, respondió el sabio, ¿qué haces aquí? -¿No lo ves? ¡Soy un pavo! Qué raro encontrarte aquí. -¿Por qué raro? ¿No lo ves? ¿No ves que soy un pavo como tú?

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Los dos hombres se hicieron amigos y juraron que jamás se separarían. Y entonces comenzó el sabio el trabajo de readaptación del príncipe, sirviéndole de ejemplo. Empezó por ponerse una camisa. Pero el príncipe no daba crédito a lo que veían sus ojos. –Pero, ¿estás loco, olvidas quién eres? ¿Quieres ser humano? –Sabes, respondió el sabio en tono apacible, no creas que un pavo que se viste como un hombre deja de ser un pavo. El príncipe no pudo hacer otra cosa que conformarse. Al día siguiente los dos se vistieron normalmente. El sabio hizo traer algunos manjares de la cocina real. -¿Qué haces desgraciado? Protestó el perplejo príncipe. ¿Vas a comer como ellos ahora? El sabio lo tranquilizó. –Sobre todo no creas que al comer como los hombres, con los hombres, en su mesa, un pavo deja de ser lo que es; y sobre todo no creas que es suficiente para un pavo comportarse como un hombre para volverse humano. Puedes hacer todo con los hombres, en su mundo, para ellos y sin embargo, permanecer siendo pavo. Y entonces el príncipe, convencido, retomó la vida de príncipe.”

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