El parque lineal del amor… y del sabor

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Los fines de semana y festivos el parque en mención es un lugar de oferta de todo tipo de delicias criollas. En efecto, desde el inicio de La Fe comienza la oferta de deliciosas empanadas y majestuosos pasteles de pollo, en un negocio regentado por dos hermanas, quienes en los últimos tiempos han cautivado una numerosa clientela demostrándole al más ciego que, definitivamente: “empanaditas sí es lo que más se vende”. Unos metros más adelante, aparece todos los domingos un discreto señor quien al lado de la carretera monta una diminuta mesa atiborrada de frutas y legumbres frescas (rábanos, moras, repollos, pimentones, tomates de árbol, habichuelas, ochuvas, lechugas, etcétera) todas de insuperable calidad; es necesario andar dos kilómetros más para toparse con las hornillas de carbón y mesa con mantel, llenas de cocas y ollas de donde salen empanadas y buñuelos, tortas de choclo, mazorcas asadas, cocaditas dulces, arepas de mote y arepas de tela todas de impecable sabor y factura. En mi calidad de mecateadora desaforada, me encanta pasearme por este kilómetro de sabores degustando en cada puesto las diferentes masas, guisos y crocancias, convirtiendo mi degustación en un auténtico reto al reconocimiento de las diferencias entre ajíes, fritos y asados y convenciéndome una vez más que tal y como existen las huellas digitales para el reconocimiento y diferenciación entre las personas, de la misma manera son esas exclusivas huellas digitales las que influyen para que nadie haga ni un encurtido de ají, ni una empanada, ni una arepa de la misma manera y con igual sabor.


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