El oro de los tontos

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Dibujos y fotograbados de Gabriel Botero
El oro de los tontos
Maravillosa obra plástica que reflexiona sobre la desilusión y las contradicciones de la modernidad desde la minería y la extracción del oro

Bajando por la colina de Marmato, cuando regresaban de entregar una máquina para minería en aquel pueblo, un estruendo detuvo el auto. “Pisamos un perro”, pensó Gabriel, quien con apenas ocho años tuvo que esperar a que su padre se bajara del carro para saber qué había sucedido. Era un armadillo. La imagen de ese curioso y extraño animal atropellado, una pequeña máquina de la naturaleza, se quedaría sin exorcizar en la mente de este artista durante mucho tiempo.

Hoy Gabriel Botero tiene 32 años. En la Universidad Nacional, donde estudió Artes Plásticas, recorrió desprevenidamente varias técnicas de trabajo artístico; desde dibujo, pintura y grabado, hasta escultura y performance. Pero fue en la maestría de Artes Plásticas y Visuales donde descubrió que el contexto de su infancia serviría como punto de apoyo para su investigación y posterior exposición titulada El oro de los tontos, que fue propuesta ganadora de Beca de Creación de la Alcaldía 2012 y estuvo exhibida recientemente en la Galería de la Oficina. En entrevista con Vivir en El Poblado, Gabriel narró la historia de este proceso cuyas obras han sido portada de las recientes ediciones de este periódico, incluida la actual.

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En el taller de su abuelo, donde también trabajó su padre, se fabricaban repuestos para máquinas industriales. Entre esas, las de minería eran comunes. Gabriel creció no solo con la rigurosidad y disciplina de ese taller, sino con las herramientas y objetos que allí encontraba como juguetes. Así, a medida que su trabajo de investigación sobre la máquina como modelo de la modernidad, y esta, resumida en imágenes de manuales sobre cómo derivar recursos del paisaje para el bienestar de la gente, el joven artista se centró en la extracción de oro, fiebre de la modernidad. Paradoja

Pero la contradicción es evidente. En Marmato (Caldas) abunda el oro, y en Marmato abunda la miseria.

Con el ánimo de ver a dónde iban a parar las máquinas de la modernidad y las mismas piezas que se hacían en el taller de su familia, Gabriel llegó a este pueblo. Allí empezó un extenso trabajo fotográfico enfocado en las contradicciones. Una de las fotos, ahora pasadas por un proceso de fotograbado sobre latón de cobre, muestra una enorme piedra ahuecada, donde los mineros ensayan las grandes brocas de sus taladros. En ella, Gabriel vio la fuerza y la debilidad que heredamos del progreso. “Mi trabajo es una crítica a la modernidad, a la innovación y al desarrollo versus lo que nos queda y lo que viene,” dice Gabriel, y con un dejo de amargura agrega: “Marmato ha sido explotado por más de 400 años. Ya habían sacado oro los indígenas y conquistadores cuando Bolívar pactó con ingleses y franceses la colaboración para armarse y enfrentarse a los españoles, concesionando la llegada del ejército inglés, en parte, con las minas de Marmato a la empresa Goldschmidt”.


Rueda. Fotograbado sobre latón. 2012

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Tantísimos años después, aún queda oro, y queda un pueblo tapado por el derrumbe de 2006, con quebradas de cianuro que desembocan al río Cauca; queda desolación y un decreto del gobierno que no le permite al alcalde del pueblo hacerle mejorías porque se encuentra en zona de alto riesgo.

Imágenes
La historia del recorrido del artista se sigue contando en ocho dibujos y ocho fotograbados. Entre los fotograbados se encuentra un armadillo que Gabriel retrató en un museo. A ese animal en vía de extinción, que lo había embrujado desde la infancia, lo fue a buscar desde que vio en las manos y ojos de los mineros la vulnerabilidad y resistencia del armadillo, una pequeña máquina que va por interminables túneles, aferrándose con sus garras a una tierra dura en medio de la oscuridad. Entre los dibujos hay una pequeña roca por la cual Gabriel creyó haber encontrado oro en su visita a Marmato. Pronto le explicaron que aquella piedra que brillaba en su mano era una pirita, llamada “el oro de los tontos”. “De los tontos que creen que el oro está ahí encima, cuando la realidad es que nadie lo ve… se lo llevan en helicóptero al Banco de la República, a Canadá y a Estados Unidos… lo que nos queda es eso, el oro de los tontos”.

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