El origen de las palabras

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El origen de las palabras
La composición es la pasión de Carlos Palacio, un músico que regresa a Medellín y encuentra una nueva escena musical donde caben sus letras y melodías

“Angina, dermatitis, condiloma, mieloma, candidiasis, cefalea, condromalacia, lupus, glaucoma, laringotraqueitis, seborrea….”. Así empieza la canción “Hay que beber vino”. Es una balada hiponcondríaca creada por Carlos “Pala” Palacio como parte de su sexta producción musical, El origen de las especias.
Años atrás, Pala quería ser médico. Después de graduarse de Medicina de la Universidad Pontificia Bolivariana en 1993 tuvo que enfrentar el hecho de que esa no era su carrera. Dando un paso valiente para dedicarse a lo que realmente lo apasionaba, decidió irse a Cuba a estudiar composición y música popular. A su regreso a Medellín se encontró con una ciudad en la que prefería no vivir, donde las oportunidades para músicos eran más que limitadas. Nuevamente empacó sus maletas, esta vez con destino a Bogotá y luego a Buenos Aires, Argentina. En esas dos ciudades, durante 14 años, produjo sus primeros cinco álbumes. De los cinco, al primero, titulado Amnesialandia, lo odia. Dice que toda ópera prima es presuntuosa, pero tal vez este sea su disco más reconocido. Desde ese, hasta El origen de las especias, el sonido ha cambiado, pasando de ritmos muy pop, con mucha batería, a un formato más pequeño, con guitarra y contrabajo. Las melodías, muy colombianas e influenciadas por las guabinas y cumbias de su infancia en Yarumal, permiten que se luzcan mucho mejor las letras de las canciones.
Pala dice que no es guitarrista, que toca guitarra; dice que no es cantante, que canta. Lo que le interesa es el texto, la composición de letras. Entre risas cuenta que se dedicó a la música por no poder dedicarse a la literatura, cosa que abunda más en su casa que los mismos discos. Por esa afición a la composición de letras cabría en la categoría de cantautores, pero él se apresura a desvincularse de esa idea de aquellos que “usan boina roja y cantan canciones de Silvio Rodríguez al lado de una chimenea”. No se trata de demeritar a nadie, sino de entender la adaptación del compositor a su momento y su contexto. “Hoy en día, en un país como Colombia, con la historia que tenemos, cantarle a la revolución es imperdonable… le cantamos a otras cosas”, dice. Esas cosas son, entre otras, una pelea que tiene casada con la religión, con esta sociedad que considera conservadora e intolerante, y en general con el cómo siente y ve a su país.

En estos casi dos años que lleva en Medellín, mira la ciudad con otros ojos. “Hay más espacios y las facultades de música han propiciado más campo de acción para sensibilizar a los jóvenes”, apunta. Y desde Medellín puede dedicarse a componer para otros músicos en cualquier lugar del mundo, como “Esto vale todo”, canción que escribió para el próximo álbum de Gilberto Santa Rosa, o “Días de cine” para el grupo cubano Habana Abierta.
Sea para él o para otros, Carlos no deja de componer. Todos los días le dedica al menos cuatro horas a escribir canciones y melodías. Dice que no cree en la inspiración, o por lo menos la entiende como el punto en el que se tiene “la maquinaria lo suficientemente aceitada para que la escritura fluya más fácil”.
Con o sin inspiración, El origen de las especias tiene 11 canciones nuevas, y 11 de producciones pasadas, interpretadas en el nuevo formato. Una de las primeras, titulada “Medellín”, recorre la ciudad en un nostálgico ritmo de son cubano… “Puedes ceñirte el pantalón pero al final del reggaetón la silicona no destrona el corazón. Trampa de dios, templo y burdel, te hablo de vos carta y Cartel. ¡Quién te dejara lo que te dejó Gardel!”.

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