El Dios de las aceras por fin nos oye

  Por: Juan Carlos Franco  
 

Suena increíble, pero hasta hace unos 3 años en El Poblado no existían aceras decentes. ¡Ni una sola! Ya nos adentrábamos en el siglo 21 y todavía, para nuestra vergüenza, la tecnología de aceras, una de las más básicas y sencillas del mundo, no había logrado penetrar el duro pellejo de nuestra comuna 14.
Veníamos de toda la vida acostumbrados a la mediocridad absoluta en este tema. Para empezar, en muchísimos casos nunca nos hicieron aceras. Solo vías para carros. Y en otros, cuando sí las hacían, eran estrechas, discontinuas y rebosantes de obstáculos como postes, cables, árboles y huecos varios. Y tan débiles que bastaba que un carro las pisara levemente para que comenzaran a desintegrarse.
Hasta que, de manera inesperada, el Dios de las aceras sopló generoso sobre este valle. Y la administración anterior se atrevió a “intervenir” -como se dice ahora- un tramo largo de la Avenida el Poblado y luego La 10 y también la propia doble calzada de Los Balsos, de reciente estreno. Y nos dotaron, por fin, de aceras anchas y bien concebidas. Y por si fuera poco, también en otras partes de Medellín, como en Carabobo, la Avenida Oriental, La 33 y La 70.
Las nuevas aceras son amplias y con ingeniería de la buena. Permiten caminar cómodamente y sin correr peligro, incluso a una madre llevando un bebé en coche (claro, asumiendo que ambos llevan máscara de oxígeno por la contaminación). El adoquinado es bueno y hasta en los ciegos pensaron, pues las placas de piso tienen grabado especial. Y como decoración se juega con distintos colores de adoquines formando motivos. Y por si fuera poco hay jardines bien mantenidos. Mejor dicho, dándonos ínfulas de ciudad desarrollada.
Parece que estamos finalmente entendiendo que, como ha dicho y hecho Peñalosa en Bogotá, las aceras son el elemento más importante de la infraestructura de una ciudad democrática. Mucho más que las avenidas y autopistas. Las aceras no son las parientes pobres de las calles, están mucho más emparentadas con los parques. No son para ir de A a B sino para caminar, mirar la ciudad, tomar aire, ver y ser visto. Función que lamentablemente han tenido que reemplazar los centros comerciales.
Por si faltaran argumentos, y ya que estamos próximos a hacer de nuevo obras por valorización, tener buenas aceras cerca valoriza las propiedades mucho más que las propias calles. Al fin y al cabo, invariablemente más vías atraen más vehículos y el alivio de tráfico durará poco. Pero las aceras (si son anchas y bien hechas) se quedan y valorizan para siempre.
Es de esperar que, ya entrados en gastos y mirando las bondades evidentes de las aceras ya hechas, esta administración entienda su obligación con la comunidad y continúe con la reparación de las múltiples aceras vergonzosas de El Poblado. Y con la construcción de tantas y tantas que faltan porque hasta ahora, equivocadamente, no se pensaban prioritarias.
Ojalá entonces, señores de Planeación y otras entidades locales que proyectan el futuro de nuestra ciudad (y también aquellas que vigilan que las cosas se hagan bien, como Corpoblado), les alcance el impulso para dar el timonazo de 180 grados que verdaderamente hará más vivible a Medellín: Planear y construir primero las aceras. Y después planear y hacer las vías.
Finalmente, después de tanto tiempo ya hay serias indicaciones de que el Dios de las Aceras y su amigo, el Dios del Sentido Común, pronto soplarán sobre la Loma de Los Balsos y expulsarán para siempre al estúpido y ruidoso Diablo de Los Resonadores. Por favor, ¡que nadie deje de rezarles!

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