El conflicto que sigue: niños versus viejos

  Por: Juan Carlos Franco  
 
Al menos en eso creíamos los que nacimos y crecimos en la segunda mitad del siglo 20. Imaginábamos el año 2000, que se veía por allá tan lejano, tan inalcanzable, como el culmen del progreso. Nuestros problemas, tanto locales como mundiales, muy seguramente iban a resolverse con una combinación ingeniosa de tecnología y buena voluntad.
Pero el tiempo fue pasando y los problemas no se resolvían. La tecnología sí llegó (¡y de qué manera!) y nos permitió estar más comunicados y tal vez ser más eficientes, y ciertamente nos resolvió algunos problemas. Pero también nos generó otros, seguramente más complejos.
El hecho es que seguimos enfrascados en innumerables conflictos: Entre clases, y sistema políticos, por narcotráfico, guerrilla, corrupción, fronteras, comercio, daños al medio ambiente y… el más inesperado de todos, entre las generaciones de un mismo país. Justamente, ¡entre padres e hijos!
Todo gracias a la demografía. El siglo 20 fue el del crecimiento acelerado de la población y el siglo 21 será el de su envejecimiento.
En muchos países del mundo, incluyendo Colombia, se está generando la tormenta perfecta: Nacen menos de dos bebés por pareja, los viejos viven mucho más tiempo, los fondos de pensiones -estatales y privados- están desbalanceados y los gobiernos no salen de su déficit fiscal.
La economía de un país depende enteramente de la población que está trabajando en un momento dado. Con lo que estos generan, igual que en una familia, se tienen que sostener ellos y el resto de la población que no trabaja: Niños, enfermos, desempleados y retirados.
Al paso que vamos, con la población en edad de trabajar creciendo muy poco (y en muchos países decreciendo), y la de retirados creciendo a muy alto ritmo, dentro de pocos años no habrá con qué pagar las pensiones de estos últimos y nuestro precario sistema de seguridad social podría colapsar.
¿Cuál es la solución? Simple y cualquiera lo sabe: Subir la edad de retiro. Que en lugar de los actuales 57 para mujeres y 62 para hombres se pueda llegar a, digamos, 62 y 67. De esta manera cada persona estaría más tiempo aportando y menos tiempo improductiva, dependiendo de una pensión que el resto de la sociedad debe financiar.
El problema está en la implementación: Casi nadie que hoy esté a punto de jubilarse aceptará que le aplacen siquiera un año la llegada de cheques sin trabajar. Ningún gobierno impulsará ni ningún congreso apoyará medidas tan impopulares, aún si se aplican gradualmente. Y peor aún si además de aplazamiento hubiera reducción en el valor del cheque.
Lo grave es que a la generación que hoy está entre unos 45 y 60 años, nacida durante la época de mayor crecimiento demográfico (y por consiguiente su número es mayor) se le prometieron cosas que, lamentablemente, no van a ser cumplibles: Que van a poder vivir retirados por 20 o más años percibiendo un porcentaje muy alto del sueldo que tenían al retirarse.
A no ser que los niños y los jóvenes de hoy, que sí van a estar trabajando a plena capacidad, acepten pasar sus vidas con impuestos mucho mayores que los que pagamos los trabajadores de hoy para que sus poco generosos y poco previsivos abuelos vivan más.
Con todo lo dramático que ha sido el tema de la salud en Colombia, podría parecer un picnic en comparación con lo que se viene en pensiones.

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