El cambio es lo único que no cambia

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Estamos construyendo nuevas esclavitudes por creer en una libertad cada vez más subjetiva, de principios que corresponden a obtener poder, lograr placer y poseer lo que se nos antoja.

La frase es de Heráclito de Éfeso, que retomaron e hicieron famosa los estudiantes en París, en ese mayo que abrió esperanzas y mostró que se podía vivir diferente.

Como la vida es cíclica y en espirales que ascienden y descienden, una nueva revolución se impone. Ahora hombre y tecnología se entrelazan y es importante darle un sentido a lo que estamos viviendo, en concordancia con los avances tecnológicos, avances que no solo nos sorprenden, sino que impulsan a iniciar una gran revolución interior. Como un sabio repite: ¡Una ciencia sin conciencia es la peste!

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Es el momento propicio para iluminar los elementos que han guiado la vida de cada ser humano, los impactos que vienen del pasado y repensar –¡no repetir!- las herencias morales y metafísicas que hasta ahora nos han conducido.

Intuyo que cuando llegamos a cierta edad nos damos cuenta de que el mundo no empezó con nosotros, que hay un impulso que tiene millones de años y que ese impulso vibra, y si lo queremos negar, se impone y nos baja de ese pedestal que pretendemos.

La vida nos exige ponernos en paz con nuestra memoria para poder enfrentar con certeza espiritual el futuro. Cambiar en armonía.

Intuyo que estamos viviendo la individualización de la moral. Creemos solo en lo personal, rechazamos todo aquello que se nos impone, lo que pertenece a las buenas prácticas tradicionales nos pesa y nos inventamos nuevas, o simplemente ignoramos los principios.
Estamos construyendo nuevas esclavitudes por creer en una libertad cada vez más subjetiva, de principios que corresponden a obtener poder, lograr placer y poseer lo que se nos antoja.

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El reconocimiento de ese otro que nos habita es el principio del cambio. Siempre nos conversa e ilumina. Está ahí y nos llama para ser presente, para estar presente. Hay que oír ese flujo de energía, que va permitir que lo espiritual realice el matrimonio sagrado entre la maravilla de lo que la ciencia y la tecnología nos están regalando y el mundo espiritual que guía y alegra la vida cotidiana.

Que ese soplo sea un ventarrón interior que nos anima.

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