El arma fue la sombrilla

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El arma fue la sombrilla
“Pola Con Sombrilla” fue el nombre de la protesta que varios ciudadanos hicieron frente a Piccolo por supuesta invasión del espacio público

A eso de las 8:30 de la noche del pasado viernes 28 de septiembre, la calle 9, entre carreras 43 B y 43 C, se llenó de urbanistas, filósofos, directores de empresas de tecnología, comunicadores, licenciados, diseñadores y de estudiantes de múltiples carreras universitarias y claustros educativos.
Lo interesante es que este heterogéneo grupo no estaba convocado para hablar en el marco de algún foro de ciudad o para adelantar un análisis acerca de los modelos educativos. Su motivación era simplemente apropiarse del espacio público por medio de una protesta pacífica.
La mayoría acudió por una invitación que les llegó a sus correos electrónicos o a sus cuentas en redes sociales, que hablaba de un evento denominado “Pola con sombrilla”. Fueron llegando uno a uno con sus paraguas y procedieron a hacer lo que muchos hacen un viernes como este: sentarse a tomar cerveza.
La historia que motivó esta particular ‘movilización’ empezó su punto álgido hace un poco menos de un mes, en septiembre. Muchas de las personas que disfrutaban de este tramo de la calle 9 vieron que en el espacio que frecuentaban había vallas que les impedían sentarse en el muro, que hace parte del antejardín de la pizzería Piccolo.

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Luego de manifestar su descontento, el problema se agravó con unos aspersores que, al regar las plantas del mismo antejardín, terminaban mojando a todo el que pasara o se sentara allí.
Los tomadores de cerveza se sintieron aludidos y convocaron a esta manifestación que derivó en una recolección de firmas y un derecho de petición que busca una solución pronta a este problema.
En contraste con las arengas de los indignados, algunos residentes y los voceros del mencionado local de comidas han estado planteando su derecho a trabajar. Según sus palabras su público objetivo son las familias, las mismas que se estarían absteniendo de llegar al lugar para evitar el gran número de personas que se apropian del área de ingreso a ese espacio.

Dicen, además, que han encontrado “evidencias de personas que hacen el amor en las inmediaciones del local” (han hallado preservativos y otros elementos que no dejan lugar a dudas). Expresan también su inconformidad por los “olores a marihuana que terminan por ahuyentar a la clientela”, a lo que se suma la denuncia de “un incremento de la inseguridad y de malos olores debido a que muchas personas hacen sus necesidades en la calle”.
El urbanista Daniel Carvalho, declarado “callenuevecista” desde hace 15 años, sale al paso de estas declaraciones advirtiendo que “uno tiene derecho a sentarse en los muros de la ciudad, porque es espacio público, y en ese sentido las rejas que pusieron son ilegales porque ocupan el espacio público. Además, los aspersores mojan a todo el que pasa por allí y no solo a quienes disfrutamos de una cerveza”.
En su intervención, él le pregunta a las directivas de Piccolo: “¿Por qué no denuncian estos desmanes si tienen un CAI de policía a 100 metros (en el Parque de El Poblado)?”.
La filósofa Manuela Saldarriaga va más allá. Aparte de invocar su derecho a disfrutar del espacio público, fue una de las encargadas de recoger las firmas para el derecho de petición que será enviado a Piccolo para que responda ante lo que ellos consideran es una infracción urbanística.
“Estamos hablando del artículo 103 de la Ley 388 de 1997, modificado por el artículo 1 de la Ley 810 del 2003. Tenemos este derecho de petición y con él lo que intentamos decir es que no vuelvan a sacar las vallas y que controlen los aspersores de agua para que no mojen ni el andén ni la calle”.

Convocatoria exitosa
Uno de los más felices con esta toma del espacio público es Wbeimar Vergara, pues fue el impulsor de la idea en redes sociales. En su concepto, lo más importante es entender que “apropiarse de cualquier causa y apoyarla cuando se considera que es justa es un gran aliciente para la ciudad, una muestra de que los jóvenes están asumiendo responsabilidades”.
A la cita también acudió Gabriel Jaime González, subsecretario de Espacio Público y de Control Territorial de la Alcaldía de Medellín. Él, como un funcionario muy activo en redes sociales, se dio cuenta de la convocatoria y llegó para apoyar “las manifestaciones pacíficas y la cultura, recogiendo impresiones y siendo responsable para establecer contactos”, según le dijo a Vivir en El Poblado.
Dejó claro, eso sí, que aunque su intención es fomentar el dialogo constructivo, “algo que debe quedar muy claro es que en este momento rige un decreto ley que prohíbe el consumo de licor en sitios públicos”. En cuanto a si hay invasión o no del espacio público, manifestó que el caso está en estudio.
Daniel Carvalho retoma la vocería para explicar que todo esto viene desde el cierre de tres locales tradicionales de la esquina del Parque de El Poblado, particularmente Los Saldarriagas y el Bodegón. Según su análisis, “es importante tener pequeñas tiendas de la calle. Entender que no todo tiene que ser centros comerciales y grandes bares, porque no a todo el mundo le gusta eso”.
Por ahora los indignados de la calle 9 se mantienen firmes pero prestos para dialogar, posición que también es apoyada por el contradictor de turno. Ante este escenario, la concertación parece tener un camino expedito.

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