Desde el Museo / Febrero (quincena 1)

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Publicado en la edición 407, Febrero 14 de 2010
 
     
 
 
 
Poda
 
 
Estos árboles de metal, o, mejor, estos esqueletos de árboles, son mucho más que un simple entretenimiento
 
     
 
 
     
 
Por Carlos Arturo Fernández U.
 
 
Aunque el arte actual se caracteriza por su extraordinaria variedad, dentro de la cual todo parece ser posible, la dimensión conceptual se presenta como una constante. Así, más que un preciso movimiento de vanguardia, el conceptual es una lengua común que, al margen de meras referencias cronológicas, identifica el carácter contemporáneo de una obra. No existe arte contemporáneo sin ideas.
Bernardo Salcedo (Bogotá 1939 – 2007) entiende siempre que el artista es, ante todo, un hombre que piensa y que, a través de sus trabajos, genera reflexiones. Por eso, a pesar de la exquisita perfección que logra en los aspectos técnicos, sus obras nunca se detienen allí.
“Poda” es una enorme escultura en acero, de 25 metros de altura por 30 de longitud y 15 metros de anchura, ubicada en 1997 en la glorieta donde se une la Loma del Tesoro con la de los Balsos, dentro del programa “Espacio público” del Encuentro Internacional de Arte Ciudad de Medellín que se realizó en ese año. Más adelante, Bernardo Salcedo realizó una serie de “podas” en pequeño formato que, como es obvio, estaban destinadas a espacios interiores y privados.
Estos árboles de metal, o, mejor, estos esqueletos de árboles, son mucho más que un simple entretenimiento. Por supuesto, la obra instalada en el espacio urbano tiene un aspecto de juguete grande que nos envuelve con su magia. Pero esa dimensión lúdica pasa a segundo plano cuando se empiezan a considerar sus implicaciones conceptuales que, seguramente, tampoco son simples. Estos árboles reducidos a hierros geometrizados, aprisionados entre líneas y recortes uniformes, están muy lejos de la exhuberancia natural que es propia de nuestros paisajes.
“Poda” es, quizá, una imagen irónica y melancólica de la contraposición entre racionalidad y entorno, entre civilización y naturaleza, que Occidente entendió como la esencia de la cultura, una rivalidad que desemboca en la crisis del presente. Tras su belleza, aquí aparece una “antinaturaleza” que llama la atención sobre la responsabilidad ética, que compete a todos, de transformar las relaciones con el medio natural.

Hace varios años se instaló junto a la “Poda” una bomba del acueducto que, evidentemente, entorpece el espacio que la obra requiere. La Administración Municipal de la época aseguró que la bomba era transitoria y que sería retirada una vez se asegurara, como es de elemental justicia, el servicio de acueducto a la comunidad. Hoy la situación sigue igual sin que los responsables se preocupen por mitigar al menos los efectos negativos sobre la escultura. Cuando se instaló la bomba, Bernardo Salcedo, con su demoledora ironía, dijo que era evidente que a los paisas sólo les interesaban las gordas de Botero. Fue una crítica dura y dolorosa. Pero cada día que pasa sin que se haga nada por liberar ésta y muchas otras obras de agresiones espaciales o visuales imperdonables, Salcedo tiene más razón y nosotros menos autoridad moral para defender nuestros valores culturales.

 
 
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