De regreso al tranvía

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Nos fuimos de vuelta en el nuevo tranvía con Leonardo Holguín y Gustavo Velásquez. Nostalgia, espantos, amores, tradición

Leonardo Holguín “Lorito” y Gustavo Velásquez “Pirulo”

Por Catalina Peláez

Nos fuimos con Gustavo, a quien le dicen Pirulo, hoy con 80 años, y con Leonardo, mejor conocido como Lorito, de 85 recién cumplidos, a conocer el nuevo tranvía. De niños vivieron y crecieron en El Poblado cuando este barrio todavía eran mangas. El reencuentro entre ambos les posibilitó recordar el antiguo tranvía. “Mi abuela tenía una tienda en la casa, entonces todos los días ella les vendía el desayuno a los motoristas. Me acuerdo mucho de uno con apellido Caro y otro Álvarez, quienes me llevaban a pasear y me volvían a traer a la casa”, comenta Lorito.

Aunque el viejo tranvía le dejó muchas historias agradables para recordar, también hay una, menos afortunada, que marcó su vida. “Por todo el frente de mi casa pasaba el tranvía y cómo le parece que un hermanito mío perdió la vida allí. Él esperaba todos los días en una ventana de la tienda a que llegara mamá, un día salió corriendo a su encuentro, pero se enredó en los rieles e inmediatamente falleció Luis Alejandro”, cuenta con tristeza Lorito.

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Pirulo recuerda que con su mamá iba hasta la Plaza de Cisneros a mercar, y aunque estaba muy pequeño no se le olvida detalle: describe cómo eran las bancas, cómo se vestían los motoristas, de vestido, saco largo azul, quepis y corbata, y hasta la velocidad a la que viajaba el tren: “Caminaba a 20 kilómetros por hora, entonces el viaje desde El Poblado hasta el Centro se demoraba mucho. Me acuerdo de que derramaban arena en la carrilera para que el tranvía pudiera frenar en forma”, dice entre risas. También cuenta que “en esa época el tranvía era muy buen sistema de transporte. Aunque se demoraba un poquito, eso no importaba porque uno no andaba con tanto afán como ahora”.

Para todo dio el paseo. En el trayecto de ida, para buscar la estación desde donde íbamos a comenzar el recorrido, Lorito contó las infaltables historias de terror mientras Pirulo se carcajeaba. “Imagínese que un día tuvieron que suspender el servicio. Una noche a un motorista, ahí por donde queda hoy el Centro Comercial Santafé, le salió un fraile, él aceleró porque se asustó, y cuando miró para atrás vio al fraile sentado en una banca. El motorista se desmayó y lo encontraron casi que muerto”.

Muy bonito, muy moderno
Llegamos a la parada llamada Buenos Aires para comenzar nuestro recorrido. De repente Lorito paró la marcha, miró hacia todos los lados, recordó cómo era ese lugar hace 50 años y dijo: “Este nuevo tranvía es muy bonito, muy moderno, el mío era más romántico”. Pirulo por su parte detalla con atención las llantas del tranvía: “Ve, es que estas son de caucho”.

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Una vez abordamos el vagón que nos llevaría hasta la estación en frente de la Iglesia de San José, donde finalizaríamos el recorrido, apuntó con picardía: “Tengo que venir con la preciosa”. A sus 85 años Lorito tiene novia, nos cuenta que con ella viaja a Girardota, Sabaneta y otros municipios cercanos. “Gracias a la vida por permitirme conocer los dos tranvías”, se despidió emocionado Lorito.

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