De la adicción, al canibalismo

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El caso del caníbal que actuó bajo los efectos de una sustancia creada en un laboratorio, induce a buscar formas de autocuidado que eviten conductas adictivas

El mundo no sale de su estupor por el reciente caso de canibalismo en las calles de Miami, cuando un hombre de 31 años, bajo los efectos de una droga sintética, devoró el rostro de un indigente.
Para Hugo Gallego, médico toxicólogo, este caso trasciende con creces la anécdota y constituye otro campanazo de alerta frente a la cada vez más acentuada problemática de las adicciones, de la cual Medellín no está exenta. “En la historia ha habido casos de canibalismo relacionados con enfermedades mentales o de la conducta, pero este caso llama la atención no sólo por lo impactante del canibalismo sino porque el individuo actuó bajo el efecto del ivory wave, sustancia de la cual están abusando en Inglaterra, Suecia, Holanda y Estados Unidos. Su utilización como droga de abuso se inició a mediados de 2010 y desde ese momento su consumo no ha parado de crecer”.
ivory wave es una sustancia legal que se aspira o se consume por vía oral y se consigue fácilmente en su forma de sales de baño relajantes. “En Europa las venden en smartshops. Son distribuidas en pequeños paquetes, en tabletas o incluso en cápsulas, y son etiquetadas como no aptas para consumo humano. Así buscan sortear las barreras legales contra el tráfico de drogas. Además, las venden como fertilizante de plantas y para crecimiento de cactus”, agrega el toxicólogo Gallego.
Sus efectos son complejos. “Al ser alucinógeno, produce cuadros psicóticos (escuchan voces, obedecen órdenes, presentan delirios de persecución); puede tener efectos disociativos, por los cuales el sujeto se siente fuera de su cuerpo. Muchos de los que lo probaron experimentaron una paranoia extrema. Esto ha llevado a suicidios y asesinatos. Causa mucho calor, taquicardia, aumento de la presión arterial por su efecto estimulante”.
Para Gallego, ivory wave es más nocivo que las sustancias creadas anteriormente, pero menos que otras que vendrán, cuya fabricación parece inevitable. “Por eso es difícil que dé buenos resultados una estrategia antinarcóticos que solo se ocupe de la producción y el comercio de las drogas, y obvie el contexto social en el que son consumidas. Además de preguntarse cómo y dónde se hacen y se reparten los estupefacientes, habría que preguntarse por qué crece el número de los que no pueden evitar consumirlos”, advierte.
Con base en esto, reitera que es preciso “voltear nuestra mirada hacia el autocuidado, a querernos a nosotros mismos, a quienes nos rodean, a nutrirnos de amor, de espiritualidad, de fe, confianza, a trasmitir todo esto en cada actuación y siempre mantenerlo presente”. Por su experiencia profesional en el tratamiento de adicciones, se atreve a asegurar: “No vamos a poder perseguir todas las sustancias legales que se le ocurra a la gente utilizar mal o abusar, en un mundo cada vez más informado pero menos comunicado, donde existen las conductas de riesgo, la impulsividad, la novedad de probar emociones, sensaciones y aventuras, la soledad y el vacío espiritual”.

 

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Composición de la sustancia

El ivory wave puede contener derivados químicos sintéticos de lacatinona, sustancia que se encuentra en una planta llamada khat o catha edulis.

Crece sobre todo en África Occidental y sus efectos son similares a los de la hoja de coca. Los principales compuestos químico son el MDPV (methylenedioxypyrovalerone) y la mefedrona (4-MMC).

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