Corazón de caballero

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Hace ocho años, con 30 recién cumplidos, Berny Bluman, administrador de empresas de Eafit, era el típico buen partido. Se le veía con frecuencia en algunos sitios de moda, siempre alegre y sociable. Los de su generación seguramente lo recordarán bailando y brincando encima de las mesas y la barra de Templo Antonia, donde solía ganarse el primer premio (media de guaro) en los concursos de coreografías. Como rumbero de tiro largo, a menudo se acostaba cuando el sol se levantaba, pero con un mérito singular: jamás se tomó un trago.
Era común verlo dar la vuelta, trotando, a las transversales de El Poblado; además buceaba, levantaba pesas, montaba en bicicleta, jugaba fútbol, hacía barras y trabajaba en la empresa familiar. Sus amigas de entonces lo describen como “todo un caballero, querido, positivo, solidario e incondicional” y con un plus de valor incalculable para el género femenino: “cero perro”. No faltará la que al leer estas líneas apele al vulgar refrán según el cual “de eso tan bueno no dan tanto” o los que piensen que tantas virtudes hacen parte de la exaltación de un muerto. Nada de eso. Como dice alguien cercano a Berny, “era un ser feliz y espectacular y lo sigue siendo”. Y ese es el punto, que pese a que su vida dio un cambio radical siga tan encantador como en otras épocas, o quizás más.

El día en que todo cambió
Un tarde de diciembre de 2001, cuando practicaba un deporte extremo en el suroeste antioqueño, hizo un movimiento equivocado y desde una altura incalculable cayó sentado, en medio de un potrero. Intentó pararse. Fue imposible. De inmediato, cosquilleo en las piernas y un dolor en la espalda que empezó a intensificarse hasta hacerse insoportable. Lo llevaron en un viaje de tortura al hospital de Fredonia, y, gracias a una buena dosis de morfina, el traslado en ambulancia a Medellín no se convirtió en el peor de los suplicios. Recuerda que jamás perdió el conocimiento; al otro día tuvo la primera de dos operaciones y muy pronto supo de la gravedad de su cuadro: lesión medular completa. Parecida a la de Supermán (Cristopher Reeve) pero un poco más leve. Le aseguraron que jamás volvería a caminar, pero se reveló. No era simple pataleta, porque, en efecto, hoy camina con caminador, no por milagro sino por tenacidad.

Rendirse jamás
Convencido de que “lo que es irreversible no amerita duelo”, jamás se deprimió. Lo primero que hizo fue asumir que estaba discapacitado y definir por dónde iba a iniciar su rehabilitación. Comenzó de inmediato la terapia y una completa investigación sobre las lesiones medulares hasta convertirse en un experto. Contó con el apoyo invaluable de una fisiatra amiga y muy pronto estaba de nuevo trabajando. Más productivo que sentirse desgraciado, era adaptar el carro, por ejemplo, para volver a manejar, filosofía que aplicó a todo. Año y medio después del accidente creó un portal de Internet (www.lesionmedular.org), que hoy es referente mundial, con casi tres mil usuarios registrados.

La sombra del amor
El amor aportó su cuota, y alta. Carolina, su novia, siguió a su lado y un año después del accidente se casaron. Lo destacable es que ella dio el paso en un momento en que aún no podía prever que la vida con Berny iba a ser más fácil de lo que parecía, que iba a ser normal y, sobre todo, feliz. Hoy los acompaña Simón, su hijo de un año y ocho meses. Berny no duda en afirmar que es más feliz que antes, pues aprendió a disfrutar, sin urgencias, de su vida y su familia, y a tener paciencia. De eso sí que sabe. Cómo no tenerla cuando se está frente a una puerta en una silla de ruedas por más de diez minutos, mirando un timbre inalcanzable, esperando que a alguien se le ocurra asomarse a la ventana y deduzca que es pertinente abrir la puerta. O cuando trata, en vano, de parar taxistas indolentes, que miran para otro lado cuando ven la silla de ruedas.

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Colombia Accesible
Esta indiferencia y falta de educación que hay con respecto a la población en situación de discapacidad, que se calcula en un diez por ciento de la población general, es lo que lo tiene hoy al frente de su Fundación Colombia Accesible, que presta asesorías para que en la ciudad se eliminen las barreras arquitectónicas y actitudinales, que impiden a los discapacitados llevar una vida normal. “No se trata de emplear a un discapacitado por lástima, sino porque es una fuerza interesante de trabajo. Ni es tan simple como construir una rampa”, y en eso presta asesoría la Fundación.
Berny Bluman, el empresario, y con el valor agregado de su experiencia, ve a la población discapacitada como un potencial no aprovechado. “Si los empresarios supieran que si nos posibilitan la entrada a un teatro, a un almacén, a un restaurante o a un centro comercial estarían accediendo a una importante porción de la torta del mercado, con seguridad nos incluirían en sus estrategias”, manifiesta.
Con esta manera de enfrentar la vida, no es extraño entonces que Berny afirme sobre su accidente. “Lo volvería a vivir igual, con la misma caída y el mismo dolor, porque me dio oportunidades de trabajar en muchas cosas que ahora disfruto cantidades”.

 
     
 
 
 
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