Con su permiso, señor Moctezuma

Y no es que mienta López Obrador cuando afirma que la conquista se hizo con la espada y con la cruz. La llegada de la “civilización” ha tenido patente para las peores atrocidades.

“A lo largo de la Historia de la Humanidad siempre han aparecido pueblos que se han extendido sobre el territorio, conquistando regiones y expandiendo su influencia cultural, política, económica y militar. Así se han formado los llamados imperios”, explica el portal de análisis internacional, El Orden Mundial.

Y es que la Geopolítica es justamente eso: el pulso por el dominio entre los que están y los que llegan sin pedir permiso. Atropellando, sometiendo.

Hay ejemplos.

El de Alejandro Magno. En solo ocho años anexó a Macedonia las tierras que arrasó camino a la India lejana, tres siglos a. de C. (Y el actual presidente de Macedonia, Gjorge Ivanov, no ha pedido perdón por ello).

El de Julio César y César Augusto. Un siglo a. de C., libradas las Guerras Púnicas contra Cartago, se aficionó a conquistar vecinos como Egipto, y no tan vecinos como Britania, conformando el Gran Imperio Romano. (Y al primer ministro italiano, Giussepe Conte, no se le ve muy contrito que digamos).

El del legendario Genghis Khan. En el 1200 de nuestra era recorrió las estepas del sur de Rusia, Manchuria, Asia Central, India, Irán, sojuzgando a las tribus mongolas para levantar el imperio más extenso que la humanidad haya conocido. (Y Battulga, presidente de Mongolia, ¿ha pedido perdón?)

El del Imperio Británico (con el Brexit que lleva encima la señora May, no se va a parar en disculpas); el del Imperio Colonial Francés (bastante jaleo tiene Macron con los “chalecos amarillos” para distraerse en golpes de pecho). Y, por supuesto, el del Imperio Español, que es el que nos ha tocado de cerca y el que hoy, por cuenta del presidente de México, nos ocupa de una manera en que no debería ocuparnos.

Y no es que mienta o exagere siquiera, López Obrador cuando afirma que la conquista se hizo con la espada y con la cruz. Para nada. La llegada de la “civilización” ha tenido patente de corso para las peores atrocidades, desde el comienzo de los tiempos. Ningún proceso de descubrimiento, conquista, colonización, expansión, etcétera, sale bien librado. Son hechos históricos que hay que conocer y analizar en los contextos en los cuales se dieron. Con mirada crítica, pero no oportunista, mucho menos de conveniencia política interna.

Exigir perdones ahora. ¡Por favor!

(A manera de información: los sacrificios humanos masivos eran mecanismo clave del totalitarismo sangriento de Moctezuma. Por eso cientos de tribus celebraron con júbilo su desaparición. La antropóloga australiana Inga Clendinnen, quien dedicó buena parte de su vida académica a estudiar a los aztecas, llegó a la polémica conclusión de que lamentar la caída de su imperio era como lamentar la derrota nazi en la Segunda Guerra).

En algún momento hay que pasar la página, la culpa de lo que hoy día sucede por aquí, bueno o malo, es nuestra y de nuestros gobernantes. No de Hernán Cortés y sus colegas.
En materia de exabruptos, ningunos de los implicados puede tirar la primera piedra.

ETCÉTERA: Si no hubiera sido por el desembarco de Cortés en Yucatán, el 14 de marzo de 1519, nos hubiéramos perdido de una de las narraciones más liberales y poéticas, una joya literaria, de la Conquista de México: El corazón de piedra verde, del escritor español Salvador de Madariaga (1886-1978). Imperdible.

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