Con que “fallas menores”, ¿no?

Qué pena, señores, pero los contribuyentes nos sentimos chalequeados. En muy buena parte debido a que entre ustedes el sentido común brilla por su ausencia, sumado a que los plazos para la cancelación de las cuotas no reciben contraprestación con los plazos indefinidos para la entrega de obras
/ Etcétera. Adriana Mejía
 
Aquí las obras de valorización y las soluciones de movilidad, parecen diseñadas por el enemigo.
No sirven para casi nada. O sí. Para diezmar presupuestos familiares, agotar paciencias, complicar diarios vivires…

Para estorbar, mejor dicho.
Pobres de nosotros que nos tenemos que aguantar las unas y las otras, víctimas impotentes del atropello de las autoridades.
(Por más que nos indignemos no les quitamos la sordera crónica que padecen).

Ahora que estamos empeñados en suprimir los edulcorantes al lenguaje, no encuentro otra manera de referirme a lo que desde hace meses sucede en las calles de la ciudad, distinta de a-t-r-o-p-e-ll-o.

Por ineptos o por corruptos, no tengo idea –contralores y jueces ojalá la tengan–, los responsables de invertir los dineros recaudados para mejorar las vías, y de lograr que tales vías aligeren –bajo parámetros adecuados de seguridad– el rodamiento de los transportes público y particular, se han pifiado en materia grave.

Los remedios han resultado peores que la enfermedad. Como están las cosas al día de hoy, ojalá pudiéramos echar reversa hasta el punto de partida de las genialidades que se craneó la administración anterior y que más parecen producto de algún juego de mesa que de una planeación (ejecución, intervención) idónea.

Qué pena, señores, pero los contribuyentes nos sentimos chalequeados. En muy buena parte debido a que entre ustedes –a quien le caiga el guante que se lo chante– el sentido común brilla por su ausencia. Y eso sumado a que los plazos inflexibles para la cancelación de las cuotas no reciben contraprestación con los plazos indefinidos para la materialización de las promesas…

Algunos ejemplos: el puente de la Inferior con Los Balsos es una vergüenza para la ingeniería habida cuenta de que ha tenido todos los tropiezos humanos y divinos que alguien se pueda imaginar, incluyendo un año largo de tardanza y una “falla menor” en el túnel que no resistiría la vibración de un sismo promedio y cuya reparación valdrá 1.700 millones de pesos que pueden ser más, no olvidar que ese hueco parece una caja de Pandora.

La prolongación de Los Parra entre Las Vegas y la avenida El Poblado es un paquete chileno, uno de los carriles está cerrado porque pertenece a un casino, como quien dice ensillaron la bestia antes de comprarla.

El puente de la Superior con la calle 10 es un ejemplo de improvisación, sólo sobre la marcha cayeron en cuenta de que había que modificar la red de acueducto.

Y la prueba reina –aunque como ésta debe haber varias en distintos sitios de la ciudad– de la estafa de la que hemos sido víctimas: el intercambio de la Superior con El Tesoro. Una muestra palpable de la máxima del pesimista: toda situación es susceptible de empeorar. Por donde se le mire, esta megaobra es un adefesio que no tiene doliente, nadie da la cara para explicar cuándo y por qué razón el trazado inicial del puente se cambió y lo dejó convertido en un elefante blanco que adobado con la imprudencia de algunos taxistas, buseros, motonetos y conductores de camionetas de alto cilindraje, que no respetan estoperoles ni maletines ni flechas –y mucho menos al prójimo– es un peligroso enemigo al cual hay que sobrevivir cada que la necesidad lo obliga a uno a transitarlo.

Y así pudiera seguir con los ejemplos, pero el espacio ya se está acabando y yo me estoy ofuscando.

¡Cuál valorización!
Poco puede aportar cualquiera de las obras mencionadas a la subida imparable de los precios por metro cuadrado que mantiene el valor de las viviendas por las nubes. Máxime si el “poema de infraestructura” pasa por el balcón de la propiedad o el deprimido falseó sus muros de contención o las luces de los carros iluminan los dormitorios la noche entera o los aceleradores de los carros no dejan oír los radios.
ETCÉTERA: Con que “fallas menores”. ¿No? Esas sí que están valorizadas. (Cuánto añoramos los taquitos de antes, nunca pensé que terminaría por decir esto).
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