Comprender a Marín

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  Por: José Gabriel Baena  
 
Realmente nunca me había preguntado por qué soy yo el único pintor abstracto. El artista antioqueño ha sido muy dado a autocriticarse y autoanalizarse y de ahí no ha pasado. De ello deriva la pobreza de casi todas las artes en Antioquia. Todo es folclórico. Por eso el último resurgimiento de Pedro Nel Gómez es traído de los cabellos. ¿Creo mucho en las “universalidades”? Mucho, es lo único que puede salvar el arte… En el sentido de que la comunicación es para todas las clases y todos los hombres sin distingo de capacidad cultural. No podemos hablar de un solo tipo de sociedad. Nuestra sociedad es muy plural. Hay gente que se cultiva más que otra y eso da la medida de su cultura. Hay ciertas cosas del arte a las cuales no tiene acceso todo el mundo. Yo desde pequeño tuve acceso a los libros, a toda la música, más tarde a una facultad de arquitectura. Para mí la cultura no es un problema como para muchos, que han tenido que cultivarse. Yo, ni me di cuenta y hablar de un arte para una sociedad es muy difícil.
Yo hago énfasis en que mi obra parte de principios abstractos y creo en el arte abstracto. Mi obra no parte de copiar la realidad. Trato de crear la realidad misma. La realidad es concreta. Lo mío es concreto y abstracto a la vez. Lo que pasa es que se confunden. El público puede llegar a ver en mis obras un paisaje. Eso está bien. Si a otro le conmueve por sus relaciones propias sin más allá también. Mi obra no va más allá de lo que se ve. Yo no hago nunca referencia a nada. Lo que la gente quiere ver, se ve…. Sí. Paisaje sería la palabra. Más íntimos, más personales. Mi obra es la negación del paisaje manido y convencional. En una entrevista decían que nosotros éramos los continuadores de la escuela antioqueña. En Antioquia no ha habido escuela de nada, de ninguna clase. Desgraciadamente los medios que tengo a la mano son académicos. Académico es un papel. Yo quería ser más claro y explicar que mi obra parte de sí misma.
Lo peligroso es hacer una mala obra. Las palabras que se digan me tienen sin cuidado. Mi arte no es tan convencional porque soy el único que trabaja con este problema, en este medio. Estoy en el plan de hacer un arte que, a pesar de su racionalidad, sea lírico. Una obra que trata de comunicar sensaciones. De orden, de color y yo creo que eso es asequible a cualquier sociedad. La sensibilidad se desarrolla inclusive a nivel social. Al público se le debería educar la sensibilidad. Los pintores abstractos somos muy libres en cuanto a la apreciación de las demás obras de arte. No odio a los pintores figurativos. La prueba es que expongo con ellos. En uno no está el orientar un público. Todos los premios son desorientadores. La crítica nunca llegará al gran público. La crítica seria es muy difícil. Imposible. No hay intermediario que explique. Yo no creo en los concursos, no creo en el arte antioqueño… Los artistas trabajan por premios y eso no debería ser así. El arte debe comunicarle a la gente y no a unos señores que accidentalmente son jurados.
La única forma de relacionar el trabajo con la masa sería elevando el nivel de vida. No se le puede pedir a un obrero que tenga un juicio de valor. Él no tiene tiempo de nada excepto de trabajar para sostener a su familia. Sería pedirle peras al olmo… Mis obras son tan sencillas y tan complejas que no necesitan una “cultura” para aproximarse a ellas. Me preocupa mucho que piensen que mi arte ha llegado a una fórmula. En determinado momento mi obra se repite un poco, y empieza a copiarse a sí misma y ese es mi problema. Cuando se trabaja con una fórmula, un reconocimiento, aunque sea baladí, representa una posibilidad de libertad… En una sociedad como esta un reconocimiento no es baladí… Pero a mí me importa un culo la sociedad. (Marín, 1976-78).

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