Chávez, demente

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  Por: José Gabriel Baena  
 
Esta columna no suele ocuparse de temas abiertamente políticos en el sentido de lo que mejor podría denominarse politiquería, asunto que en todas partes se muerde la cola con los ámbitos criminales. El humorista norteamericano Mark Twain dijo alguna vez que no conocía en su país una organización delincuencial propiamente dicha, con la excepción del Congreso de los EU. Expresado esto, y para salirme por una vez de los temas metafísicos o folclóricos del terruño, considero un deber como periodista de oficio referirme al “Proyecto de Ley Especial Contra Delitos Mediáticos” que acaba de inventarse el presidente-dictador de Venezuela, Hugo Chávez, presentado por intermedio de su Fiscal General Luisa Ortega Díaz el 30 de julio y que se espera sea aprobado lo antes posible. En la burda redacción del “brutal” documento (así calificado por la SIP) se ve patente la mano de Chávez guiando a la Fiscal, y se confirma una vez más que la “razón natural” del dictador hace mucho se fue al carajo. A los gremios latinoamericanos de prensa les ha dado pena o temor calificarlo de enfermo mental de alta peligrosidad pero yo lo hago desde esta columna: Chávez es un demente que debe cuanto antes ser puesto en camisa de fuerza y recluído para siempre en una isla solitaria –como hicieron los ingleses con Napoleón. Recordemos cómo en los años 30 del siglo 20 las potencias occidentales dejaron que Hitler fuera haciendo lo que le viniera en gana, hasta que la Segunda Guerra Mundial les dió en la cabeza.
En ninguna legislación se ha aventurado un proyecto tan paranoico como el venezolano. Éste aniquila la libertad de expresión de los ciudadanos “por cualquier medio de comunicación social, textos, sonidos o imágenes destinados al público”, ojo con la redacción, “cualesquiera sea el soporte o instrumento utilizado”. Los “delitos mediáticos” en que podrá incurrirse serán todas aquellas “acciones u omisiones que lesionen el derecho a la información oportuna, veraz e imparcial, que atenten contra la paz social, la seguridad e independencia de la nación, el orden público… la salud mental o moral pública”, etcétera. Estos dos últimos conceptos provienen de los tiempos de la nefasta Revolución Francesa de 1789 y que condujeron de dictador en dictador sucesivos durante diez años a la más sangrienta carnicería de la historia: centenares de miles de “traidores al Pueblo” fueron ejecutados, incluyendo a muchos de los mismos verdugos, todo en nombre de los “derechos del hombre”.
Lo más preocupante del proyecto de ley contra los Delitos Mediáticos es que cubre no sólo a los periodistas calificados o dueños de medios, sino que se extiende a los “locutores, conferencistas, artistas y cualquier otra persona que se exprese a través de cualquier medio de comunicación, sea éste impreso, televisivo, radiofónico o de cualquier otra naturaleza”. La repetición de la palabra “cualquier” es literal. Suponemos que esto cubre Internet y los libros de ficción y no-ficción. Así las cosas, la dictadura venezolana deberá crear, en el menor tiempo posible, un gigantesco y orwelliano Super-Ministerio que monitoree y vigile y grabe o “registre” día y noche absolutamente todo lo que se diga o escriba o cante o pinte o escenifique en el país. Pero, ¿quién va a calificar finalmente la salud mental y moral de los funcionarios censores? ¿Chávez en persona con su Fiscala Generala? Veamos: una conversación entre dos personas es una especie de “medio de comunicación”. ¿Deberá haber siempre una tercera persona, un espía del Estado, supervisando las conversaciones? En Cuba, en los peores tiempos de la Revolución (que siempre han sido peores), con los comités de vigilancia que había en cada cuadra cada uno de tus vecinos podría ser tu delator por “gusano imperialista”. Si el periódico Vivir en El Poblado fuera una publicación venezolana, con el solo título de este artículo a estas horas estaría clausurado, y el director Julio Posada y yo viajaríamos en una furgoneta sin señales hacia alguna prisión del Estado, condenados a cuatro años en la sombra y el olvido. No se trata de algo imaginario. Que todo el que pueda levante su voz. (Nota: el 1 de agosto, apenas terminando de escribir esta nota, veo en CNN que Chávez ha cerrado y expropiado de golpe 34 emisoras. “El País” de España informa que otras 250 estaciones -40 televisiones regionales y 210 estaciones de radio han sido amenazadas con el cierre por “tratar de lavarle el cerebro al pueblo venezolano”. El lunes 3, un grupo de paramilitares chavecistas ataca a Globovisión con bombas lacrimógenas ¿Qué más habrá pasado desde entonces?).

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