Arte en custodia

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Arte en custodia
Los templos tradicionales de Medellín conservan con celo valiosas piezas de arte religioso, no solo por la devoción que generan sino por la historia que guardan.

Las campanas anuncian la tradicional misa de seis de la tarde en la Catedral Metropolitana, el templo más importante de Medellín. En su interior, en una de las naves, Lucía Hernández, como es su costumbre, observa y levanta sus plegarias a la imagen de su devoción, la pintura conocida como “El Cristo del Perdón”. A su lado un grupo de devotos, de rodillas y en medio del silencio del lugar, también murmura sus súplicas.
Como ellos, cientos de feligreses que se pasan diariamente por los pasillos de la basílica, ignoran que la pintura que tanto aprecian tiene más de 100 años de antigüedad y es una de las obras de arte religioso más importante en Colombia. Este óleo fue pintado originalmente por el maestro Francisco Antonio Cano, el mismo de la obra “Horizontes”, durante su estadía en París. Según los historiadores de arte, tras su regreso al país, en 1901, se tuvo que hacer una colecta pública para que el maestro pintara el cuadro de nuevo, pues la obra sufrió un daño durante el viaje.
“Este cuadro es uno de los de más devoción. Está a la vista de todo el mundo, al lado del altar mayor. Una vez se llevó de la Catedral al Museo de Antioquia y había devotos que iban a rezarle al museo”, recuerda Gustavo Vives, experto en arte colonial.
El arte religioso es catalogado como aquel que es objeto de devoción por parte de la iglesia católica, por ello los templos están atestados de imágenes y santos, sobretodo los más antiguos. En la Catedral se encuentran obras como “Desposorios místicos de Santa Catalina”, que data del siglo XVII, del pintor y grabador flamenco Theodoro Van Thulden, donada a la catedral en 1935. Además de “Santa Bárbara”, del pintor colombiano más notable del periodo colonial: Vásquez Arce y Ceballos.
En la parroquia de San José, en la Avenida Oriental, se encuentra la pintura de San Lorenzo, el primer óleo que llegó a Medellín para adornar un templo. El lienzo tiene marcada una leyenda que da cuenta de su antigüedad: “Pintao en 1617, retocao a devoción de Cornelio Molina, en febrero de 1817”. En La Candelaria, por su parte, hay un sagrario elaborado por Thiery, un orfebre francés del siglo XIX, quien fue premiado en la Exposición Universal de París en 1867.
“Los grabados que llegaban de Amberes, como los cuadros de Rubens, venían en estampas que los pintores locales copiaban. Mucho arte religioso es anónimo porque en la Colonia no se acostumbraba firmar las obras. Otro se desconoce porque está oculto en iglesias o colecciones particulares”, dice el experto Vives.
Las primeras obras que llegaron a Antioquia las trajeron de Santa Fe de Bogotá. Luego Quito, en la segunda mitad del siglo 18, se convirtió en un centro de producción artística. De allí se comenzó a traer santos con colores muy fuertes y de piel brillante, muchos de los cuales continúan hoy paseándose en las procesiones de Semana Santa.

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Arte oculto
La Iglesia es consciente de que custodia un gran patrimonio, por lo que ha guardado con celo las piezas de arte en sus recintos. Muchas de estas obras y reliquias, que podrían ser parte de un museo, se encuentran ocultas. La Catedral Metropolitana, por ejemplo, cuenta con una galería que permanece cerrada a ojos profanos. La razón del hermetismo es el temor a los robos que históricamente han perpetrado las mafias del arte religioso, quienes alimentan el mercado negro y la sed de los coleccionistas. Algo así ocurrió en el Museo de Santa Fe de Antioquia en 1993, cuando fueron hurtadas 18 obras de los siglos 17 y 18. 16 piezas fueron recuperadas tiempo después.
“Lamentablemente lugares como el museo que tenemos en la Catedral permanece cerrado, debido a que nos encontramos ubicados en un parte céntrica, donde no podemos garantizar la seguridad de las obras”, señala el teólogo y sacerdote Diego Alberto Uribe, de la Catedral Metropolitana. “Y creo que así va a estar durante mucho tiempo”, concluye.

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