Amar el mar

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“Siempre quise aportar mi granito de arena”
Amar el mar
Cuando Rosana Arizmendi Mejía descubrió su pasión por el mar, se dedicó a una vida en la que pudiera ayudar a conservarlo tan hermoso como lo ve

La pardela cenicienta, ave marina parienta del albatros, pasa el invierno frente a las costas de Sudáfrica. A finales de la primavera migra a las islas Canarias para pasar el verano reproduciéndose. Durante tres semanas y en ayuno continuo recorre de punta a punta el continente africano en un vuelo de 10 mil kilómetros. Las colonias de esta especie se instalan entonces en acantilados sobre aguas españolas. De día salen a buscar alimento para acumular reservas de grasa que les permitan producir sus huevos y luego asistir al padre que se queda cuidando el polluelo recién nacido mientras la pareja sale en busca de comida.

En el verano de 2010, el acantilado donde se ubicaba una de estas colonias fue pacíficamente invadido por Rosana Arizmendi para tomar muestras sanguíneas de las aves. Durante un mes y medio se repitió la invasión cada noche, de 8 pm a 6 am, con el fin de estudiar la fisiología de las aves. Así fue el trabajo de campo para la tesis de ecofisiología de su maestría. Rosana Arizmendi es una apasionada por el medio ambiente. “Cuando salí del colegio no estudié Biología por boba, porque la gente me preguntaba qué iba hacer con eso, si ser profesora o qué y uno se deja llevar por esas ideas”. Su pregrado lo hizo entonces en Ingeniería Ambiental pero terminó la carrera en España bajo el pénsum de Ciencias Ambientales, en Madrid, a donde se fue a vivir unos años con su familia.

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El mar
De regreso en Colombia decidió que estudiar Biología era indispensable y comenzó ese segundo pregrado en la Universidad de Antioquia. Sin embargo, los paros de esta institución causaron estragos en el proceso y después de seis semestres se fue por una maestría, nuevamente a España. Empezó con una beca de investigación de la agencia estatal española Csic (Consejo Superior de Investigaciones Científicas) para una pasantía de dos meses y luego inició su maestría en Ciencias del Mar en la Universidad de Barcelona. Una vez más se oyeron las voces cuestionadoras: “¿Para qué estudiar ciencias marinas? ¿Entonces no vas a vivir en Medellín?”. La respuesta inicial fue “no sé y no importa”.

Realmente lo que importa es que Rosana, desde pequeña, ha sido fanática de la naturaleza. En la adolescencia descubrió la belleza del mar a través del buceo en lugares como Providencia y el Golfo de Morrosquillo. Desde entonces le ha preocupado el cuidado de este medio y sus especies. “Estudiando Biología me di cuenta de que el mar es una parte del medio ambiente que está poco cuidada, los esfuerzos están más enfocados a lo terrestre. Es un medio muy sensible a la contaminación y al cambio climático”. Y así, estudiando Ciencias del Mar, llegó a los acantilados de las pardelas cenicientas.


Pardela cenicienta

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Ahora las gorgonias
Al finalizar su maestría empezó a buscar una beca para hacer el doctorado. Las voces cuestionadoras se oían cada vez menos. “Ahora veo fácil el proceso para el doctorado y la beca, pero es largo y difícil. Uno tiene que ser persistente. Hay que buscar un grupo de investigación que le permita a uno trabajar con el, y un buen director de tesis, así que les escribí a muchas personas; algunos contestaron que no, otros nunca contestaron y llegué a creer que tendría que devolverme para Colombia”. Pero con determinación finalmente encontró grupo, director y una beca de la Generalitat de Cataluña con dinero del Fondo Social Europeo. Es una beca de tres años para hacer un doctorado en Biología Marina con contrato laboral como profesora en formación. Esta vez su tesis es sobre las gorgonias, un tipo de coral que, como otros corales, es considerado formador de hábitat. Es decir, crea la base para que ese ecosistema exista y por ende, si no existe, no se pueden formar los arrecifes de coral, estructuras en las que muchos organismos viven. “Lo que yo hago es intentar, a través de la conservación de gorgonias, hacer medidas de preservación y gestión para proteger todo el ecosistema”. Las muestras de gorgonias, recolectadas por ella en expediciones de buceo por el Mediterráneo, son llevadas al laboratorio para estudiar la genética poblacional por medio de extracción del adn. “Cogemos muestras de diferentes lugares para ver qué tan emparentadas están unas con otras -explica Rosana-, y con esos resultados proponemos medidas de preservación y buscamos dar a conocer cuáles de ellas tienen prioridad sobre otras, pues si se empiezan a morir no tienen cómo reproducirse. La especie está en riesgo… lo que hace que una especie se adapte es su diversidad genética y la diversidad genética de algunas gorgonias ha cambiado, ya es muy bajita y vulnerable”.


Pardela cenicienta

Regresar a Colombia
“Me gustaría mucho”, dice Rosana. Sueña con la posibilidad de trabajar con comunidades costeras, hacer proyectos de conservación que involucren a las personas que viven de los bienes del mar -que participen en la recolección de datos, por ejemplo-, y que incluyan educación ambiental. “Es importante que las comunidades tengan otros ingresos para que hagan uso de los recursos del mar pero de forma sostenible, de lo contrario nos vamos a quedar sin especies en el agua”. Como en tantos otros aspectos espinosos de la existencia humana en el planeta, Rosana resume el asunto así: hace falta plata, educación, esfuerzo de las empresas privadas que se benefician del mar y, sobre todo, voluntad política.

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