Amar… desde la razón

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Sergio Molina
Si bien se dice que el amor moderno es un acuerdo, entonces planteemos el acuerdo desde la razón, desde el pensamiento. La concertación no puede llegar de otra manera sino con el razonamiento de los intereses y apetitos de cada quien.
/ Sergio Molina Pérez -Magister en filosofía

No obstante la buena voluntad y esfuerzo de padres y maestros, muchos temas vitales para la vida se escapan a los hogares o aulas de clase.

¿A quién le enseñaron como amar? ¿Qué esperar del amor de pareja? ¿Por qué se producen los celos? cuestiones para las que no nos preparó la escuela. Aprendimos a sumar, restar, escribir y leer, pero ¿dónde dejamos el conocimiento sobre el amor? A amar se aprende amando sobre el terreno y desafortunadamente desde el testimonio bueno o malo, a veces traumático, de las relaciones de nuestros padres o amigos próximos.

El tema del amor queda reducido a lo vivencial, a lo sensual o a lo ideal. No en vano el cine y la literatura lo abordan muchas veces como un cuento de hadas. En las telenovelas siempre hay un Romeo y una Julieta, o un amor imposible, y esas han sido nuestras escuelas. Muchas veces terminamos protagonizando malas historias por no habernos detenido verdaderamente a pensar el amor.
¿Pensar el amor…? Sí, así como suena el lugar de habitación del amor no ha de ser necesariamente el corazón como lo hemos introyectado culturalmente. El amor es un escenario profundo donde actúan amante y amado, y a veces un terreno que inesperadamente llega.

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Cada quien con su inventario de gustos y aconteceres, es seguramente disfuncional frente al otro, en primera instancia, salvo que se apele a las máscaras, como lo propone el diario vivir de los que apenas se conocen.

La rutina, los celos, la infidelidad, la falta de reciprocidad, la desatención, el desencanto, la rutina y otros dolores del amor, son síntomas no calculados cuando la euforia domina el inicio de una relación.

Como lo cita Jean Luc Marion en su libro El fenómeno erótico: “¿Amor? Suena como la palabra más prostituida”. Es que, precisamente, la palabra y el concepto del amor quedaron diluidos, extraviados y distorsionados en el día a día. Amor a los hijos, a la vida, a la pareja, a lo material y hasta de amor propio se habla para referirse a la estima. Se habla y no se tiene claridad sobre el concepto.

Así sea una vez, el amor debe pensarse para llevarlo a cabo posteriormente sin rienda, con apertura, sobrecogimiento y gozo, como sea, pero primero pensarlo y luego celebrarlo, al menos razonarlo por una vez en la vida y luego enseñarlo. ¡Maestros del amor debemos ser!

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